martes, 26 de agosto de 2014

I Love You... and Your Secret Too - Capítulo 01


Capítulo 01

–El camino está cortado, señor, entre la tormenta de nieve que se avecina y ese tronco de árbol en mitad del camino, será imposible continuar más, lo mejor sería que diésemos la vuelta… –no podía permitirlo, no ahora que había llegado tan lejos, así que me bajé del taxi y pagué al conductor lo que había costado el trayecto hasta aquí –¡espere! Es muy peligroso, aquí una tempestad así puede ser letal… –ignoré sus advertencias y continué hasta que sus gritos se desvanecieron en el aire, ¿cuánto debía quedar? ¿Una media hora hasta llegar a la pequeña casa? Posiblemente menos.

Había perdido toda noción de tiempo, mi cara estaba helada y mis botas empapadas por culpa de la nieve, el clima empeoró en menos de un minuto y me vi envuelto en mitad de una gran tormenta que pretendía acabar con mi vida. A lo lejos me pareció vislumbrar mi destino, en plena euforia hice mi último esfuerzo, pero ya no tenía más fuerza y mi cuerpo se desplomó contra el suelo, haciéndome perder el conocimiento.


-Flashback-

Esto ocurrió una noche en la que mi felicidad parecía haber llegado a su fin, a pesar de que consideraba que tenía todo lo que cualquier persona podría desear; un buen trabajo, era director de la cadena de televisión más famosa del archipiélago japonés; una enorme mansión, tan grande que a veces mis invitados se perdían entre tantas habitaciones; un lujoso descapotable rojo, capaz de hacerme llegar a cualquier sitio en menos tiempo que la mayoría de los coches;  físicamente era atractivo, piel bronceada, labios carnosos, musculoso… ¿Cómo era que, habiendo logrado lo que cualquiera en este mundo anhela, yo fuese infeliz? Simple, nunca me di cuenta, pero en realidad carecía de lo más importante, algo que creía haber tenido siempre, el amor. Descubrí que me faltaba cuando me enteré de lo que hacía mi supuesta pareja a mis espaldas.

Para poder pasar juntos San Valentín, regresé de Osaka antes de lo previsto. Había sido demasiado duro, trabajé durante una semana entera, sin apenas dormir, hasta lograr tener completamente libre ese día, y así conseguir darle una grata sorpresa. Cuando atravesé el umbral de la casa eran las once pasadas, suspiré aliviado al saber que lo había logrado, aunque fuese por poco, disponía de algo más de media hora hasta que diesen las doce. Estaba considerablemente feliz de que la suerte me permitiese recibir el 14 de febrero a su lado. Procurando no hacer ruido, me deslicé hasta el enorme salón principal y sonriendo me aventuré, ingenuamente, hacia el interior de éste.

 –Ya estoy en ca… –dejé caer las llaves contra el suelo, logrando de esa manera que el ruido, por si aún no se habían percatado de mi voz, les hiciese girarse hacia mi dirección. Estaba horrorizado, completamente en shock, no me reaccionaba ni un solo músculo de mi cuerpo. Había perdido también, de forma momentánea, la capacidad de hablar. No podía creer lo que sucedía delante de mis ojos, en mi propio sofá. Ese cabrón se estaba acostando con nuestra jardinera. A medida que pasaban los segundos, y mientras  ambos aterrados trataban patéticamente de buscar sus ropas, mi expresión comenzó a cambiar hasta mostrar un tremendo enfado.

–Tomohisa… puedo explicarlo… –aparté la vista mientras él trataba de colocarse bien la ropa interior –no sabía…

–¿No sabías qué, Jin? ¿Qué iba a volver antes? –corté su frase, acusándole, y no tuvo más remedio que agachar la cabeza, sin poder debatirme aquellas palabras. Tenía toda la razón y eso solo hacía que me cabrease aún más –¿Cuánto tiempo? –apreté con fuerza mis manos.

–¿Eh? –parecía que mi última pregunta le había tomado por sorpresa, observé que no estaba escuchándome porque intentaba por todos los medios que la chica saliese ilesa de la vivienda.

–¿¡Qué cuanto tiempo llevas poniéndome los cuernos!? –grité enfurecido y golpeé con el puño la puerta, sobresaltando a ambos implicados –respóndeme ahora mismo –gruñía prácticamente entre dientes. Se hizo un incomodo silencio así que al ver que no era capaz de contestarme siquiera, me di media vuelta, cerrando de un portazo. Caminé apresuradamente hasta el descapotable y, sin darle tiempo a que viniese tras de mí, abandoné el barrio más caro de la ciudad.
______

–¿Cómo he podido ser tan estúpido…? –había estacionado el vehículo a bastantes manzanas de distancia. Cansado de llorar, limpié mi rostro descuidadamente, hacía años que no derramaba ninguna lágrima, todo era demasiado doloroso… –¿A dónde se supone que debo ir ahora? –había actuado sin pensar, lo lógico era que fuese ese asqueroso el que se largase de mi casa, así no tendría que volver a ver su cara nunca más, pero después de irme de esa manera, regresar ahora era impensable –necesito estar solo… no estoy emocionalmente estable como para dirigir la cadena de televisión –suspiré agotado, debía encontrar una solución a todos mis problemas o acabaría cayendo en una depresión. Una idea cruzó mi mente, había dado con la respuesta que buscaba. Rápidamente volví a encender el motor, cogí el móvil de mi bolsillo y lo coloqué en el kit de manos libres. Una vez de nuevo en movimiento, llamé al vicepresidente, mi mejor amigo.

–¿Tomo? –escuché una voz débil y perezosa al otro lado de la línea, como si hubiese interrumpido su sueño –¿qué ocurre? –hizo una pequeña pausa, supongo que para mirar un reloj –No es normal que llames a estas horas de la noche, ¿te encuentras bien? –ahora sí sonaba preocupado, no quería angustiarle más, por lo que hablé con voz firme.

–Lo siento si te he despertado, Koki –hice una pausa mientras trataba de pensar cuales eran las mejores palabras –No es nada, solo quería decirte que voy a coger unas vacaciones –antes de que me interrumpiese, seguí hablando –sabes que en todo el tiempo que llevamos trabajando juntos, no me he tomado más de un fin de semana, ya es hora de que libre durante… un mes. Tanto mi cuerpo como mi mente requieren urgentemente descansar –me mordí el labio inferior, mirando fijamente a la carretera.

–Será un desastre estar sin ti tanto tiempo… pero, ¿qué diablos? Te lo mereces más que nadie, trataré de que todo salga bien en tu ausencia, y diviértete, haz un viaje, ahora al fin por puro placer –su gentileza era un regalo caído del cielo en estos momentos para mí, así que sonreí como un tonto y, un instante antes de poder agradecérselo, continuó hablando –Ahora que lo pienso, mi hermano tiene una casa en Hokkaido, en un pequeño pueblo alejado de todo, podrías hospedarte allí. Te daré todo lo necesario para que puedas instalarte cuanto antes y mañana mismo le informaré de esto a él, ¿te parece una buena idea o tienes en mente otros planes? –no podía creerlo, sí, por supuesto que aceptaba su oferta.

–Es perfecto, Koki, muchísimas gracias, de verdad, te lo agradezco de corazón… me has salvado. Si te soy sincero no sabía qué hacer… dónde iba a quedarme durante tanto tiempo –se me hizo un nudo al recordarlo todo, por lo que apreté con fuerza el volante entre mis manos –si no es abusar de tu generosidad, tengo un favor que pedirte, necesito que, en mi ausencia, vigiles mi casa –aunque en un principio prefería no contarle nada, acabé explicándoselo en Narita por un simple motivo, si Koki se alojaba durante ese mes en la mansión eso impediría que Akanishi se acercase siquiera, ya que ambos no se llevaban precisamente bien que digamos.

El vuelo dirección a Sapporo salía a la 1:00 am, durante ese tiempo Tanaka me ayudó a reflexionar, gracias a él pude ver de otra manera esa relación. Todo el tiempo que estuvimos juntos fue tan solo una gran mentira, y eso me mataba. Al parecer había sido el único idiota, sabía que el dolor no se iría tan fácilmente, pero darme cuenta de todo esto, haría que el proceso de cicatrización se acelerase.

Escuché como llamaban por megafonía a los pasajeros rumbo a Hokkaido, así que tras agradecerle de nuevo, intercambiamos ambas llaves. No pude evitar fijarme de que había escrito la dirección de la casa en el llavero, supongo que él mejor que nadie sabía cuan torpe podía llegar a ser, así que fue agradable el detalle, ahora sería incapaz de perderme u olvidarme de la calle. Me acompañó hasta la puerta de embarque, allí me abrazó cálidamente y al final nos despedimos con una dulce sonrisa. Tras casi dos horas de vuelo, sobre las 2:30 am, llegué a Chitose.

–Fin del Flashback–


El calor provocado por una pequeña chimenea hizo que me despertase, traté de incorporarme para observar el lugar pero me fue imposible, mi cuerpo aún no hacía caso a mis exigencias, fue ahí cuando me di cuenta de que me encontraba completamente desnudo, únicamente cubierto por una manta, un poco desgastada por el uso.

–¿Dónde está…? –susurré en busca de mi ropa, inspeccionando el lugar exhaustivamente. Al cabo de unos minutos me rendí, al parecer no estaban por ningún rincón de esa pequeña estancia. Fijé la vista en el techo y mis parpados se fueron cerrando, comenzaba a quedarme dormido. Justo cuando estuve a punto de sumergirme en un profundo sueño, vislumbré por el rabillo del ojo cómo una silueta se acercaba hasta mi posición. Anonadado bajé un poco la vista y sentí el contacto de una toalla contra mi mejilla, que gentilmente secaba mi rostro. Fui incapaz apartar la mirada, había quedado cautivado ante su belleza, sus ojos marrones tenían leves tonos de color miel, sus pestañas eran espesas y largas, lo suficiente como para que proyectasen una ligera sombra sobre sus pómulos, los cuales parecían ser suaves y blandos, sus labios finos, para mi sorpresa, me resultaron de lo más deseables, el largo de su pelo negro llegaba por la zona de su barbilla mientras que el flequillo no sobrepasaba sus finas cejas. Todos y cada uno de esos pequeños detalles de su rostro los encontré increíblemente adorables.

–¡Menuda suerte has tenido! –gritó de pronto aquel chico tan guapo, haciendo que me sobresaltase y saliese de mi asombro –¿pero a quién se le ocurre salir con esta tempestad..? Menos mal que te he visto llegar, sino ahora mismo es posible que estuvieses muerto –chasqueó su lengua mientras trataba de echarme un pequeño sermón, probablemente a causa del susto que le debí dar.

–Siento haberte causado problemas, será mejor que me vaya ahora mismo, no quiero ser una molestia –logré con todo mi esfuerzo incorporarme de aquél sofá, en vano, puesto que colocó sus manos en mis hombros y me obligó a tumbarme de nuevo.

–Perdóname, no quería sonar maleducado, solo estaba preocupado y sorprendido. Además, no tienes que irte a ningún sitio, estamos en la casa de los Tanaka –juntó ambas manos para después pedir disculpas –después de comprobar que habías perdido la consciencia, lo primero que hice fue buscar entre tu ropa un teléfono para llamar a emergencias, ya que en ese momento no llevaba el mío encima –observé atentamente sus ojos, viendo como se revolvía nervioso su pelo –y lo primero que encontré fueron las llaves con la dirección, ¿sabes? Mi casa está justo enfrente –señaló a través de la ventana una casita de igual tamaño que ésta –en realidad Hyuga y yo somos vecinos, o lo éramos, puesto que se acabó mudando a la ciudad y no volvió más… –observé cierto tono de tristeza en su voz y elevé la mano hasta colocarla sobre su cabeza.

–No te preocupes, eso no me importa, después de todo me has salvado la vida… estoy completamente agradecido –pude observar como su expresión se relajó, mostrándose más calmado –me llamo Yamashita Tomohisa, pero puedes llamarme Tomo –sonreí dulcemente, saltaba a la vista que la marcha del hermano menor de Koki había sido algo duro y difícil de superar para él, por lo que traté de cambiar de tema.

–No es nada, Tomo, un placer –enseñó esos relucientes y perfectos dientes en una mueca amable –yo soy Kamenashi Kazuya, Kazu para los amigos –la simple idea de que me fuese a considerar un amigo me hizo realmente dichoso. Realmente me daba la sensación de que era un buen chico. Cuando Tanaka me habló de este sitio, creí que estaba completamente deshabitado, que iba pasar todo el mes absolutamente solo en esta montaña, y aunque en el fondo buscase eso, me alegraba de tener a alguien con el que hacer amistad. Uno de sus gestos me llamó mucho la atención, por lo que le observé fijamente durante unos segundos.

–Entonces, Kazu –comencé a decir mientras una amplia sonrisa se dibujaba en mi rostro – ¿fuiste tú quién me quitó la ropa y me puso esta manta? –señalé la tela que me cubría con el dedo índice, viendo como sus mejillas se tornaban en un tierno color rojo, avergonzándose al recordarlo.

–Eh… esto… lo primero que te dicen… que hay que hacer en caso de hipotermia… es llevar a la persona a un lugar cálido, deshacerse de… cualquier joya que apriete y quitar… toda la ropa húmeda… y hacerle entrar en calor... –cubrió su cara con las manos, disculpándose en todo momento –y tu ropa estaba completamente empapada… ¡pero te juro que no vi nada!–elevó la voz, y no pude evitar echarme a reír –¿eh?

–Solamente te tomaba el pelo, si no lo hubieses hecho posiblemente habría empeorado mi condición, incluso podría haber muerto, así que no tienes que disculparte –revolví su cabello y sonreí al escuchar sus pequeñas quejas por lo que acababa de decir.

–No te burles de mí, jo… –noté como apoyaba su frente sobre mi vientre, ahora me sentía culpable, así que traté de acercar mi mano hasta su cabello pero se levantó de golpe –¡Lo había olvidado! –exclamó y corrió rápidamente hasta su abrigo, poniéndoselo a una velocidad increíble –lo siento, he de irme… tengo un… –se quedó durante un par de segundos pensativo, como si temiese decir algo– compromiso que cumplir… y con todo este accidente no me acordé… –hizo varias reverencias antes de abrir la puerta –cuando seas capaz de levantarte, vístete, no vayas a coger un resfriado, ¡espero que volvamos a vernos pronto, Tomo! –y tras esas palabras abandonó la estancia, dejándome completamente solo en una casa desconocida para mí.

–Adiós… –no me dio ni tiempo a reaccionar de lo rápido que se fue, traté de ponerme en pie y lo logré con un poco de dificultad. Muy despacio caminé hasta mi maleta, siguiendo el consejo que me había dado. Mientras me vestía comencé a darle vueltas al motivo por el cual se marchó –¿Acaso ese compromiso… era… una cita…? –nada más procesar esa idea, sentí un fuerte pinchazo en el corazón y llevé una mano para agarrar la zona… –¿esto son… celos…? –suspiré y negué con fuerza, tratando de sacar de mi mente cualquier precipitada conclusión –será mejor que me vaya a dormir, lo acabo de conocer, el frío me ha afectado más de lo que creía… –como pude subí las escaleras en busca del dormitorio, dejándome caer después sobre la cama. Pasaban las horas y era incapaz de pegar ojo, los recuerdos y las lágrimas no me dejaban conciliar el sueño. En mi cabeza se repetían, una y otra vez, las imágenes de mi vida con aquella persona… –Jin… –susurré su nombre un millar de veces, aferrado a la almohada, hasta que el agotamiento finalmente venció al dolor.

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