viernes, 21 de agosto de 2015

The Sex-motion


Era una sensación tan extraña que no podría expresarla realmente con palabras, el cuerpo me pesaba, por más que parpadeaba mis ojos no vislumbraban nada, ¿qué estaba ocurriendo? Intenté mover los brazos, pero me era imposible ya que algo aprisionaba mis muñecas, me dolían ya que estaban colgadas hacia arriba. Por el frío tacto en ellas diría que era metal y que se trataba de unas gruesas esposas. Poniéndome nervioso a cada momento, empecé a moverme de forma brusca, gritaba medio ido, convaleciente, no me quedaban prácticamente fuerzas para luchar por liberarme. Estaba desconcertado ya que no sabía dónde me encontraba y por si fuera poco la situación era más que vergonzosa, al rozar las piernas pude notar que estaba desnudo, un escalofrió recorrió todo mi ser.


-Ayuda, ¡soltadme…! -rogaba casi sin aliento. En aquel instante escuché un sonido, podría tratarse de una puerta abriéndose, estaba tan confundido y moribundo que no podía ni pensar. Unos pasos se acercaban hasta mí, pretendí divisar al causante de ellos pero no era capaz, algo me impedía la visión –¿hola…? –no obtuve respuesta, mi conmoción aumentaba. 


El ruido de unas cadenas me asustó al golpear contra el suelo, me giré confundido en dirección a ello. Inspirando con fuerza, pretendí convencerme de que todo estaba bien, quería creer que saldría con vida de aquello. Algo cortó mis pensamientos, sentí la respiración de alguien acariciarme la oreja, repentinamente dejé escapar un prolongado jadeo, no estaba solo.

 -¿Quién eres…? –susurré, esperando una contestación, aunque de nuevo hallé silencio. La lengua de quién quiera que fuese empezó a recorrer cada parte de mi oído, haciéndome encoger los dedos de manos y pies, de nuevo solté un sonido de placer, era sensible ante cualquier tacto en ese sitio. 

De repente se hizo la luz provocando un fuerte dolor a mis ojos hinchados, por más que pestañeaba me era imposible adaptarme ahora a la claridad aunque fuese escasa. Sorprendido, me encontré con el rostro de alguien mirándome a escasos centímetros del mío. Este tenía un trozo de tela entre los dientes, se trataría de la venda que me cubría hasta hacía unos segundos, la bajaba con delicadeza por mi rostro, haciendo uso de la boca, ¿era un hombre…? Me resultaba familiar. No podía dejar de observar su cara, y explorando un poco más me di cuenta de que aquel chico se encontraba en las mismas condiciones que yo, estaba sin ropa. No sólo eso, todas sus extremidades estaban inmovilizadas por grilletes. 

-Eh… -llamé ofuscado su atención y el aludido finalmente me miró -¿podrías soltarme? –no pareció haber reacción alguna por su parte –¿dónde estamos? –continuó ignorándome –sí, te hablo a ti… -me dirigí hasta aquel extraño de forma maleducada. Volvió a mirarme, pero esta vez de una forma mucho más seria y desafiante –quiero salir de aquí… -mis palabras fueron cortadas por un intenso gemido, me estaba abriendo de piernas, no solo eso, sentía sus labios babosear la parte interna de mis muslos -¿qué haces…? –uno de sus dedos se posó sobre mi boca, mandándome callar. 

Agachándose como podía y haciendo uso de los codos se acercó hasta mi entrepierna, echándola una mirada lasciva. Al intentar apartarle le eché hacia un lado con el pie, sin embargo éste se aferró rápidamente a mi miembro con los dedos, dando un pequeño lametón en el glande. Apreté los dientes en mi intentó fallido por detenerle, aquel pequeño violador no estaba por la labor de parar. Su saliva recorría todo mi pene, deslizándose hasta los testículos.

-¡Para ahora mismo! –le golpee el pómulo con la rodilla. A decir verdad sentí lastima en aquel momento, se acariciaba como podía para aliviar la zona herida –perdona, ¿estás bien…? –tal vez no podía o no quería hablar, pero una cosa estaba clara, no me iba a librar de sus tocamientos –¿te he hecho daño…? –sensualmente acarició mi nariz con la suya, poniendo acto seguido la mejilla cerca. Creo que hice lo que él deseaba, pasé la lengua dulcemente por su moflete a modo de disculpa, pero ni en ese momento se detuvo. Aun realizando aquella acción me seguía masturbando, haciendo uso de sus pequeñas y heladas manos. Lo más extraño e incomprensible de todo, es que me empezaba a gustar lo que hacía… 

-Quieres que te saque de aquí, ¿verdad? –pude oír al final su preciosa voz. Abriendo mucho los ojos medité bien qué quería decir, aunque al final acabé asintiendo –está bien, para ello tendrás que hacer todo lo que yo quiera, lo entiendes, ¿no? 

-Y… ¿qué es lo que quieres? –pregunté con un tono ronco y ahogado, debido a los sonidos de placer que se escapaban de mi garganta. Me estaba excitando cada vez más.

-Quiero… -susurró dulcemente –sexo… -ante aquellas circunstancias me acabé viniendo. Avergonzado por sus deseos, me autosatisfacía viendo cómo se lamía el semen de cada parte manchada -si me das sexo te dejaré inmediatamente libre… -sin duda era una buena oferta, además, mis instintos más primarios empezaban a revelarse, y es que quería tirármelo.  

-Trato hecho, y ahora… ¿sabrías cómo puedo quitarme esto? –miré mis muñecas, prácticamente ensangrentadas.

-Claro… -se subió encima, chocando el trasero contra mi hombría, la cual se puso dura de nuevo con tan solo un roce –necesitas una pequeña llave, con ella podrás también desatarme a mí, es incómodo no poder hacer todo lo que se me pasa por la cabeza… -sacó la lengua de forma traviesa.

-Bien… ¿y dónde está? –dejando escapar una pequeña risa se puso de nuevo en pie, doblándose para mostrarme su trasero. 

-Dentro, ¿crees que serás capaz de sacarla? –definitivamente me lo tiraría, ese minúsculo objeto metálico no sería lo único que tendría en su interior. Haciendo maniobras y raspándome cada vez más con los hierros, empecé a introducir mis dedos para encontrarla -sé más cuidadoso… -me ordenó enfadado por el malestar que le provocaban mis uñas. Minutos después, cuando al fin se dilató, fui capaz de sostener un fino hilo rojo y al tirar me hice con la tan ansiada llave. 

-Vamos, date prisa… -exigí. Costosamente, agarró el pequeño utensilio con los dientes y abrió el cerrojo. Un suspiro se escapó de mis adentros y me toqué las manos llenas de heridas, ya era libre.

-Ahora a mí… -antes de que aquel individuo pudiese acabar la frase, ya le estaba empotrando contra la pared. El atacado dio un chillido –estás loco, ¿qué demonios crees que haces…?

-Puede que lo esté, pero a ti en el fondo te gusta esto, no lo niegues… -emití una carcajada mientras besaba su nuca obscenamente. Los sonidos de placer no se hicieron esperar y pronto empezó a gemir, e incluso babeaba al sentir mis atenciones por su delicado cuello –¿este es tu punto débil…? 
  
-Quítame esto ya,  no era lo que acordamos… -trataba de contener los jadeos, aunque sin mucho éxito. 
 
-La situación ha cambiado, ahora soy yo el acosador y tú el que moverá esas preciosas caderas hasta que quede satisfecho… -sujeté sus muñecas con una de mis manos y con la otra le propiné pequeños azotes en las nalgas, apretando y soltando de mala manera hasta dejarle marcas.

-Jamás te ayudare a salir de aquí… -su boca se abrió en un intento por morderme, no obstante fue en vano. 

-Mejor, así estaremos juntos y tú… -sujeté firmemente su barbilla, a la vez que mi presa me dedicaba una mirada repleta de furia –acabarás acatando todos y cada uno de mis caprichos… -aparté ambos glúteos y coloqué mi miembro entre ellos, restregándome lentamente contra el orificio. Las curvas de su espalda me hacían perder la cordura, y es que era también excitante sentir que mi glande se quedaba atrapado en su entrada, implorándome que le penetrase rudamente. 

-Ni se te ocurra, aléjate de mí… o te arrepentirás… –ante aquellas palabras no pude evitar darle un ligero tirón del pelo y así logré que inclinase la cabeza hacia atrás, teniendo acceso a su oreja. Primero le propiné un par de mordiscos en el lóbulo y tras ello lamí el contorno.

-¿Te gusta que se corran dentro tuya o prefieres fuera? –aquella pregunta provocó que tiritase. 

-Para esto ahora mismo, ¡eras tú el que debía hacerme caso a mí…! –me quité del cuello la venda de la que él mismo me libero y haciendo uso de ella le tapé la boca. Era realmente increíble el nivel de sadismo que lograba despertar en mí, y la culpa la tenía un completo desconocido. 

-Aquí decide quién la mete antes… -y eso hice, embestirle con todas mis ganas. Sus lágrimas no tardaron en salir, incluso sentí una sensación rara mientras me movía, haciéndome paso por sus estrechas paredes. Un líquido rojo goteaba, ensuciando el ya de por sí mugriento suelo, ¿le habría desgarrado? En ese momento no era consciente del daño que podía causarle, sólo necesitaba más.  

Tras un par de penetraciones más, acabé tumbándole boca arriba en el cemento. Cubrí cada rincón de su torso con chupetones y lametones, hasta que sus pezones quedaron ligeramente amoratados al succionarlos. Él no cesaba sus interminables sollozos, y la sensación que me aportaba cuando le veía en ese estado sólo me incitaba a forzarle el doble. Sonriente, besé sus húmedos labios con el paño de por medio, y aquel hombre no tardó mucho más en corresponderme, dejando aquella molesta tela mojada por nuestra saliva. Durante un momento encontramos nuestras lascivas miradas y una duda asaltó mi mente.

-¿Cuál es tu nombre? –tal vez los remordimientos instaron a que me deshiciese de sus ataduras y también de la venda. Tosió un poco y se llevó las manos al pecho, recuperando poco a poco la respiración.

-Kazuya, ¿y tú…? –su expresión era dulce, demasiado para lo que me merecía en aquellas circunstancias. Aunque fuese él quien empezó todo aquello, yo proseguí, tratándole mal. 

-Tomohisa… -mis brazos rodearon su cintura y los dos nos fundimos en un largo pero delicado beso. 

-Es un placer, sin embargo, esto aún no ha acabado, ¿deberíamos continuar un poco más…? –el calor que me proporcionaban sus caricias no me dejaban negarme ante tal idea. Todo daba igual ya, sólo quería permanecer a su lado el mayor tiempo posible. Me coloqué esta vez abajo y después de haberme recostado dejé que mi acompañante llevase el ritmo de las penetraciones. Parecía agotado y gritaba en cuanto mi miembro se movía en su interior, pero aun así se esforzaba por complacerme, gimiendo muy alto por y para mí. Se movía de tal manera que me llevaba fácilmente a un estado de éxtasis, sin importar si aceleraba o aminoraba la velocidad. 

-Gracias… -musité, mirando a otro lado. No pareció escucharme, estaba demasiado distraído mientras llegaba a un intenso orgasmo. El sudor empapaba su precioso rostro y yo logré correrme con la última embestida. Sujeté rápidamente su delgada cintura, parecía que iba a desfallecer de un momento a otro.

-Quiero hacerlo también, necesito descargar… -se contrajo entre mis dedos, apretando involuntariamente mi pene con las nalgas. 

-Tranquilo, hazlo… -mi mano acabó rozando su miembro y tapé con el pulgar el glande, de tal manera que al correrse su semen no pudiese salir fácilmente. 

-No, no hagas eso, de verdad, no… -negaba asustado, controlando las ganas de soltar su esperma.

-Hazlo… -repetí, acariciando malignamente su entrepierna hasta que liberó toda su esencia. Su alarido perforó mis tímpanos, pero en aquel momento poco me importó. Salí por fin de su prieto culo para que pudiese tranquilizarse, su respiración estaba demasiado agitada. Había sido el mejor polvo de mi vida, daba igual que el sitio fuese triste o lúgubre, o si escocían mis heridas, volvería a repetirlo sin dudar. Y es que en aquel oscuro lugar, mis fantasías más ocultas se hicieron realidad.
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Me desperté sobresaltado, pero no era lo único que se había erguido. El pantalón estaba mojado y un bulto indicaba que mi sueño había sido el causante de ello. Intenté espabilarme y por fin me di cuenta de la presencia de mi compañero, el cual me contemplaba fijamente. Parecía avergonzado.

-¿Kame…? –tapé mi entrepierna con los brazos, aturdido ante la escena que le estaba mostrando.

-Sólo quería avisarte, me han pedido que te llame para que vuelvas al trabajo, pero me daba lástima despertarte, parecías estar en medio de… -mi mano cubrió su boca, haciéndole callar.

-Sólo fue una pesadilla… -él me miraba cada vez más ruborizado. Observé que en el camerino no había nadie más, me habría quedado dormido en el descanso –un momento, no puede ser… -susurré para mí mismo. Fue un murmullo tan imperceptible que no pareció oírlo.  

-Entiendo… -se rió levemente, retirando mi mano para poder seguir hablando –siento haberte molestado… -se levantó y acto seguido se dirigió a la salida. Antes de que pudiese poner un  pie fuera, cerré la puerta de golpe, asegurándome de usar correctamente el cerrojo. Después de ser el objeto de algo tan húmedo como mi sueño y darme cuenta de ello, no podía dejarle escapar. Estaba cegado por las ganas de hacerlo realidad -¿Yamapi…? –besé su boca muy acalorado, haciendo uso de la lengua. Entendí su asombro, el corazón le latía muy rápido -¿eh…? –se tocó los labios, confundido por mi repentino ataque.

-Lo siento… ahora tengo cosas más importantes que hacer… -sonreí, abalanzándome de nuevo sobre él.

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