Capítulo 03
Aquellas resplandecientes cuentas me dejaron absorto por un
momento, posiblemente no era la primera vez que las veía. Matsuoka se mostró
muy nervioso, tanto que me sujetó fuertemente por los hombros, mirándome
extrañado.
-Haruka, ¿conoces ese collar…? –me dolía la cabeza de tanto
pensar, no era capaz de recordarlo y eso le frustraba cada vez más - ¡dime!,
¿conoces ese collar…?
-No, lo siento, no lo he visto nunca… -finalmente le devolví
el colgante, era mejor negarlo todo y no seguir ofuscándole. Los zarandeos de
su majestad hacia mi persona finalmente cesaron, pero su rostro expresaba
cierto desagrado y molestia.
-Jamás vuelvas a jugar así conmigo, ¿de acuerdo…? –su tono
amenazante me asustó, aunque no comprendía del todo qué había hecho para
merecer tal trato.
___
No pude evitar dar un brinco a la mañana siguiente, y es que
al despertar encontré a alguien a mi lado, observándome tan fijamente que daba
hasta miedo.
-Perdona, ¿te he asustado? –respondió el chico de pelo azul
mientras esbozaba una siniestra sonrisa –creo que su majestad suele hacer lo
mismo casi todas las noches, se dedica a contemplarte mientras descansas,
deberías estar ya acostumbrado –preferí hacer caso omiso a su comentario y me
incorporé despacio de la cama. De nuevo Matsuoka había desaparecido, parecía estar
siempre muy ocupado.
-¿Qué es lo que quieres…? –respondí tajante, tanto que aquel
muchacho se asombró.
-Pareces furioso, ¿acaso no te alegra saber que te han dado
permiso para pasear por los alrededores de palacio?
-No me apetece… -volví a replicar. No era la mascota del rey
o algo parecido, me enervaba estar encerrado y acatar órdenes.
-Eres realmente insolente… –el guardia se levantó y colocó
cerca de mí un par de prendas minuciosamente dobladas –eso está bien, pero se
trata de mi trabajo, así que cámbiate de inmediato –daba igual cuanto fuese a
resistirme, el resultado sólo sería peor. Una vez me vestí entre refunfuños, me
acerqué al guardia, el cual me esperaba pacientemente en la puerta. No volvimos
a dirigirnos la palabra, nos limitamos a caminar incansablemente por los
pasillos hasta que por fin llegamos al jardín. Si algo me molestaba era la
presencia constante del centinela del rey, no paraba de vigilarme todo el rato.
A lo lejos vi a Makoto, por lo menos aquella inútil salida serviría de algo.
-¿Haru…? –le agarré por el brazo y le obligué a seguirme.
Ambos acabamos escondidos en un rincón, necesitaba hablar con él urgentemente
–ya me he enterado de lo que sucedió anoche, ¿estás bien…?
-Te busqué por todas partes, no voy a irme de aquí si no es
contigo, ya te lo dije… -aquellos ojos verdes revelaban sorpresa, incluso pude
vislumbrar que una leve sonrisa se dibujaba en su cara.
-Ya te expliqué la situación, Haru…
-Iba a volver a por ti, por los viejos tiempos y lo que
vivimos ambos, ¿es que no recuerdas nada de eso…?
-¡Por supuesto que sí! –las manos de Makoto se posaron a los
lados de mi rostro, provocando que me quedase callado sin ningún argumento más
que dar –nunca he dejado de pensar en ti, al igual que espero que tú no lo
hicieses conmigo –mis lagrimales comenzaron a humedecerse tras oír lo que mi
amigo decía –sé que me cambié por ti cuando aquellos comerciantes vinieron
buscando a gente a la que llevarse, y créeme, no debes seguir flagelándote por
ello… -contuve duramente las ganas de llorar, sobre todo cuando me percaté de
la presencia del peli azul, quién nos acechaba con un semblante serio –he de
volver al trabajo… -pronunció, dándose por aludido.
-Será mejor que no te alejes demasiado de mí… -me reprendió.
-Quiero estar solo… -contesté al instante, cortando incluso
la frase de mi ahora protector. No se negó en absoluto a la petición. Soltó de
su cuello una pequeña cantimplora de piel que llevaba y me la lanzó, esperando
que la cogiese al vuelo.
-Es un día caluroso, no me gustaría que alguien tan débil
como tú perdiese de nuevo el conocimiento, Matsuoka no me lo perdonaría –gruñí
a modo de respuesta y me alejé de la zona, no iba a dejar que algo así
sucediese. Anduve por un rato entre los extensos pasadizos, explorando todo
cuando mi vista hallaba. Lo cierto es que el bochorno se adhería a mi piel,
tanto que no dejaba de sudar por muy desvestido que fuese. Tras un rato me topé
con un precioso corcel blanco, el pobre animal parecía sediento y cansado, sus
relinchos eran prácticamente inaudibles. Me acerqué a él y lo agarré por la
correa que lo ataba, si seguía así de descuidado terminaría desfalleciendo.
-Tranquilo, tranquilo… -musité mientras acariciaba su lomo
repetidas veces. En un pequeño acto de bondad, quité el tapón a la bota de agua
y acerqué la boquilla al animal, vertiendo todo el líquido en sus fauces. Una
pequeña sonrisa se esbozó en mi faz al ver que el caballo se bebía todo,
seguramente ahora resistiría. Para mi sorpresa no fue así, acto seguido mi
dulce gesto se esfumó, apareciendo uno lleno de recelo y temor. El corcel
perdió las fuerzas y cayó al suelo, falleciendo repentinamente. Comprobé que no
seguía con vida y las dudas asaltaron mi mente, no quería pensar en la
posibilidad más segura. Di un par de pasos hacia atrás y de inmediato comencé a
correr, tenía que buscar al guardia. A causa de la carrera perdí los zapatos y
me hice rapones por la planta de cada pie, no obstante poco me importó, ahora había
otras cosas más trascendentales. Localicé a lo lejos al hombre de pelo azul, en
el mismo sitio donde le dejé, parecía extrañado al verme tan sofocado.
-¿Qué ocurre…? –me sujeté a su cuerpo por un segundo, no era
capaz de recobrar el aliento por mucho que inhalase repetidas veces.
-¿De dónde has cogido el agua…? –pregunté una vez recobré la
compostura. El centinela continuaba contemplándome absorto -¡dime!, ¿de dónde
la has sacado…?
-De los aposentos del rey… -mis ojos se abrieron en demasía
y sin objetar nada más proseguí con mi intensa carrera -¡oye! -percibí a los
lejos sus gritos. El agotamiento me resentía, la confusión por no encontrar la
habitación también, no reconocía el camino. Al fondo de un extenso pasillo
hallé por fin la puerta que buscaba y la abrí de sopetón,
sintiendo un fuerte dolor en el pecho al ver a Rin acercarse una copa a los
labios.
-¡No lo hagas! –de un manotazo logré que soltase el vaso y
vertiese todo el liquido por el suelo. Seguía tan shockeado que no podía
articular palabra alguna, sin embargo él si lo consiguió y me empotró contra la
pared, dedicándome una mirada más fría que el mismísimo hielo.
-¿Qué demonios haces…?
-El agua está envenenada… -replique antes de que su furia
siguiese aumentando. Los dos nos quedamos en silencio, sólo se oía el sonido
que provocaban mis dientes al rechinar por el miedo que me causaba la
situación.
-¿Eh…? –su vista se extravió a la nada, había bajado la
cabeza tal vez escéptico. No esperaba ningún agradecimiento de su parte, pero
lo cierto es que acababa de salvarle la vida, igual que lo hizo él conmigo en
varias ocasiones ya. Seguramente era un ser déspota y despiadado, no obstante
me sentí feliz al evitar su probable muerte –quiero que cerréis todas las
puerta de palacio y que cualquier persona que se encuentre dentro acuda de
inmediato a mi presencia… -una vez sentenció su deseo, se apartó de mí, dejando
un dulce aroma adherido a mis fosas nasales.
___
Nos habían reunido a todos en una inmensa sala y la
sensación de los presentes era la misma, confusión. Yo por mi parte divisaba la
estancia en busca de Makoto, al que finalmente localicé a un par de metros.
Matsuoka continuaba sentado en su trono, llevaba varios minutos callado, sus
párpados estaban cerrados y apoyaba la barbilla entre los dedos de su mano
izquierda. Poco después sellaron la habitación y la guardia del rey resguardó
el perímetro de la misma.
-Voy a preguntarlo una única vez… –Mikoshiba empezó a andar
y los demás retrocedieron un par de pasos, seguramente estaban aterrados, era
lógico. Nos examinaba detalladamente mientras vocalizaba de forma lenta, quería
producirnos auténtico pavor -¿quién ha intentado asesinar a Su Majestad? –nadie
respondió -¿alguien quiere confesar…? –de nuevo nadie contestó a la cuestión.
Rin elevó levemente la vista, y sólo yo me di cuenta de ello –de acuerdo,
supongo que os tendré que ir rajando la garganta uno por uno –la gente se
alteró al ver que el siniestro hombre desenvainaba su espada, decidiendo quién
sería su primera víctima.
-Ya vale, Seijuro –por fin alguien impidió que tal demente
llevase a cabo lo que había dicho. El otro pelirrojo se levantó y bajó
pausadamente cada escalón. Se tomó su tiempo para hablar, pero terminó
haciéndolo –Makoto… -la sangre de mis venas se congeló al oír que pronunciaba
su nombre –solo tú tienes acceso a mi alcoba, ¿no es así?
-Sí, lo es… -afirmó valientemente. Rin se paró frente a él,
¿acaso le estaba acusando directamente del delito? -yo no…
-Matadle –ordenó sin reparo, a lo que varios centinelas
obedecieron, inmovilizándole por los brazos.
-¡No! –chillé desesperado y corrí a ayudarle. No dudé en
abrazarme a mi más preciado amigo, si iban a asesinarle primero tendrían que
ejecutarme a mí.
-Haru… -distinguí el sonido de su voz susurrar. No tardaron
mucho en separarme de él y acabé de rodillas con un montón de guardias
sujetándome con firmeza.
-¡No lo hagas! –imploré llorando a Rin, que se limitaba a
mirarme serio –por favor, no lo hagas, te lo suplico… -mis lamentos no parecían
conmoverle. Makoto aparentaba estar asustado por la estupidez que había
cometido enfrentándome al rey –haré lo que quieras, por favor… -Mikoshiba
empuñó el arma decidido y agarró de mala manera el pelo castaño de Tachibana,
obligándole a bajar la cabeza y a exponer la nuca -¡Rin!
Alto… –justo cuando se disponían a decapitarle, Matsuoka
elevó un brazo, parando aquella atroz escena. Mi respiración había
desaparecido, mis brazos y piernas se habían quedado estáticos, ¿me había hecho
caso? –si se vuelve a repetir juro que yo mismo acabaré contigo, ¡marchaos! –se
llevaron a Makoto a rastras y los demás asistentes aprovecharon la ocasión para
huir de una triste pero real pesadilla. Yo me quedé en la misma postura, mis
lágrimas no dejaban de salir en abundancia. Rin se postró a mi lado, observando
mis ojos abiertos en exceso a causa del terror –no logro comprenderlo, sin
embargo ese estúpido criado es muy importante para ti… -masculló enfadado -ya
no puedes escapar de mí, tu sentencia es residir junto a mí para siempre, vas a
quererme y vas a someterte, su vida por la tuya…
___
Esa noche fue todavía peor que las pasadas, no recuerdo
haber estado tan ido nunca. Mi mente no dejaba de recordar todo lo sucedido y
recapacitaba en lo injusta que era la vida por haberme deparado un destino tan
doloroso y repleto de destrucción. Matsuoka apareció a altas hora de la noche y
no se dignó a hablarme durante un buen rato, cosa que agradecí. Se recostó a mi
lado y yo me giré hacia el extremo apuesto, demostrando así la repulsión que me
producía.
-Lo siento, Haruka… -musitó tan bajito que fui capaz de
apreciar su disculpa de milagro. Puede que resultase sorprendente que un tirano
de tal calibre pidiese perdón, sin embargo no me enterneció en absoluto – no ha
sido correcto hacerte presenciar algo así…
-No te esfuerces… -no me interesaba lo que tuviese que
decir, ya tenía una clara idea de él.
-Hablo en serio… -hizo que me diese la vuelta y los dos nos
contemplamos fijamente –hazme caso, joder… -de un golpe retiré sus manos de mi
cara, dejando claro lo mucho que le despreciaba.
-Basta… -de repente lo solté, dejé escapar por mi boca todo
el resentimiento que le profesaba –antes has dicho que acabaría queriéndote, te
equivocas, nadie puede amar a un ser tan repulsivo y despreciable como tú, te
odio, me das asco, y prefiero suicidarme a aguantar el resto de mis días junto
a ti… -los labios de Rin empezaron a temblar, probablemente le había afectado
un comentario tan dañino, aunque nunca pensé que esas cosas le incomodasen
demasiado. Ya estaba acostumbrado a verle marchar cuando algo no salía como él
deseaba, y de nuevo fue así, se levantó y desapareció, lo cual suponía un alivio
para mí.
___
-¿Qué le has dicho…? –esa mañana me senté cerca de una
fuente, el sonido del agua que emanaba de ella me apaciguaba. Rei apareció poco
después con un semblante severo. No había podido dormir en toda la noche y unas
profundas ojeras se marcaban en mi rostro, el rey era la menor de mis
inquietudes.
-La verdad, no le tengo miedo, al contrario que todos los
que le servís… -el guardia negó repetidas veces y se situó a mi vera, dejando
la lanza entre sus piernas.
-Nunca había visto a Matsuoka así, sé que parece increíble,
pero es cierto… -si iba a sermonearme podía ahorrárselo, me levanté y decidí
andar, dejándole atrás, aunque era obvio que no iba a ser tan fácil librarme de
él –hay distintos tipos de persona en este mundo y no todas reaccionan igual al
dolor, piénsalo, tal vez no es un desalmado por devoción, puede que tenga su propio
pasado y sus traumas… –me detuve al analizar exhaustivamente lo que acababa de oír.
Rei se largó al ver que me había hecho meditar y continué durante bastante
tiempo cavilando en ello. Ahora mi juicio estaba confrontado, por una parte no
iba a olvidar su tiranía y por otra, quería averiguar su pasado. No me había
percatado anteriormente, no obstante una sombra me acechaba por detrás. Sólo
alcancé a ver una silueta por un instante y tras ello un fuerte golpe sacudió
mi cabeza, haciéndome caer inconsciente sobre las losas del jardín.
___
Pestañee desorientado cuando recobré la conciencia, me dolía
bastante la frente y gran parte de la cara. Pronto me di cuenta de que la
sangre caía por mis mejillas, formando un charco en aquel suelo mohoso. Era
imposible visualizar algo en un lugar tan sombrío y tenebroso, ¿a dónde había
ido a parar ahora?
-¿Hola…? –pronuncié completamente atontado, tan sólo el eco
me respondió. A lo lejos divisé una puerta con los barrotes de hierro oxidados,
¿estaba encerrado? –socorro, a… ayuda… -por más que tiraba de los grilletes que
me retenían preso, no lograba deshacerme de ellos -¡auxilio!
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