Capítulo 04
El tiempo pasaba realmente despacio al estar recluido en una
jaula. La humedad calaba mi ropa y comenzaba a adherirse a mi pecho, provocando
que un creciente malestar bajase mi ya de por si decaído ánimo. Luchaba por
arrancar los hierros que me apresaban las muñecas, no obstante era
prácticamente imposible. Un ruido me sacó de ese estado de aturdimiento,
alguien se acercaba a mí. Solo observé a aquella figura ponerse delante, me
observaba atentamente y en silencio.
___
-Majestad, ¿puedo hablar con usted…? –Rin había pasado la
noche en vela, se veía más mustio y demacrado de lo normal, empezaba a
preocupar a los demás, cuando se obcecaba en algo nadie podía sacarle de ahí.
Rei entró en la sala, Nitori se apartó para dejar que el guardia y el rey
conversasen con mediana intimidad.
-No estoy de humor, ¿qué quieres…?
-Verá… -el peli azul analizaba lo que pretendía comunicarle
de un modo pausado, de lo contrario podía esperarse una mala reacción por parte
de Matsuoka –llevo horas buscando a ese muchacho, Nanase, y no logro dar con él…
-Rin le dedicó un pequeño vistazo, quería que prosiguiera con el comunicado –la
última vez que le vi fue en los jardines, he preguntado a varias personas del
servicio, no hay rastro de él, señor…
-Seguramente se habrá ido, ya estará lejos de aquí… –comentó
un serio Matsuoka.
-Nadie le ha visto salir de palacio, al menos por su propio
pie, puede que le haya ocurrido algo…
-Me da absolutamente igual, no voy a perder mi tiempo
buscando a un engreído como él –definitivamente parecía apenado. Solía ser así
con todo el mundo, pero algo le decía a Rei que en realidad Rin sí que se
angustiaba por el paradero de su más preciado esclavo. Eligió dejar el tema de
momento, si tenía que investigar lo haría él solo.
-Disculpe… -tras una reverencia se dispuso a iniciar su
inestable plan, no tenía ni idea del paso que debía dar para empezar, sin
embargo estaba seguro de que le hallaría antes o después.
-Mi rey, creo que debería volver a su habitación, si sigue
así acabará enfermando… -aconsejó el pequeño chico de pelo plateado, ganándose
una inmerecida queja de su superior.
-Lárgate de aquí ahora mismo, métete en tus asuntos… -aunque
era ya su rutina aguantar las malas maneras de Rin, Aiichiro en esta ocasión no
estaba dispuesto a tolerarlo.
-No voy a irme hasta que usted lo haga con el único
propósito de descansar… -los ojos rojos del monarca se clavaron en él,
perforándole con más intensidad que un afilado cuchillo. Fue sorprendente que
el pelirrojo se apiadase lo suficiente de él para no castigarle con sus
malignas respuestas. No obedeció su consejo, pero al menos no se sobrepasó con
el muchacho.
___
-Vaya, ¿y cuándo dices que desapareció? –preguntó el rubio.
-No tengo constancia de ello, únicamente sé que han pasado
horas… -Rei dio un prologando sorbo a la jarra de vino, dejando que Nagisa
viese el movimiento de su nuez al tragar –no me gusta la situación, es cierto
que ese chico odia a Matsuoka, le detesta… -musitó abstraído en sus
cavilaciones- de todas formas no le veo tan insensato, ya procuró escapar una
vez y casi perece por su tozudez, dudo que esté dispuesto a repetir tal osadía…
-Ya veo, aunque no entiendo muy bien de qué forma puedo
ayudarte, no sé ni que aspecto físico tiene –aseguró.
-Los comerciantes soléis enteraros de rumores, además, tú
tienes un antro, asegúrate de avisarme si escuchas algo o ves cualquier cosa
extraña–las monedas rodaron por la mesa y el hombre de ojos violetas se puso en
pie, dando por concluida la charla.
-Está bien, sabes que haré lo que sea por ti –Nagisa besó la
mejilla de Rei y dejó escapar una adorable y risueña carcajada, por el
contrario él se ruborizó ligeramente.
-Tengo que irme…
___
Ya había trascurrido un día desde que Rin no veía a Haru.
Pretendía sacar de su mente al moreno constantemente, pero por alguna razón le
era imposible. Deambulaba de un lado a otro del cuarto, la incertidumbre iba a
volverle loco. Acabó accediendo al balcón anexo de su habitación, necesitaba
respirar aire puro más que nunca.
-Haruka… -susurró inconscientemente a la nada. No paraba de
reflexionar en el comentario que aquel chico le hizo, por desgracia eso sólo le
hacía sentirse más y más desdichado. Puede que las circunstancias de su pasado
le hiciesen convertirse en un déspota y mezquino ser, ¿cuándo había ocurrido?
Estaba casi seguro de que no podía tener un alma tan oscura
como todos pensaban, al menos eso quería creer. Tal vez sus caprichos
infantiles provocasen en los demás malos pensamientos de él, y por supuesto la
venganza no le había servido de absolutamente nada. Notaba un hueco vacio y
pesado en su corazón, un lugar que la riqueza y el afecto embustero de la gente
no conseguían llenar. Haru era distinto, le desquiciaba y a la vez le gustaba
que fuese capaz de plantarle cara, de negarse a los deseos de un rey
todopoderoso. Jamás iba a admitir tan fácilmente cualquiera de esas reflexiones
que le convertían en alguien débil, pero la sonrisa dulce que mostró Rin en ese
momento, ante la única compañía de la luna y las estrellas, eran la realidad de
que poco a poco volvía a ser feliz, como aquella vez hace muchos años atrás,
aquella vez en la que se quedó prendado de alguien y todo era muchísimo más
fácil.
-Majestad, con permiso –un par de golpes en la puerta y la
voz reconocible de Mikoshiba terminaron por sacarle de ese largo lapsus –ya
está todo preparado para el viaje, en cuanto usted lo ordene nos marcharemos
–los punzantes colmillos del pelirrojo aparecieron, no estaba muy seguro de lo
que iba a decir.
-No sé si quiero hacerlo…
-¿Qué…? –preguntó incrédulo el hombre de pelo naranja
–disculpe, rey Matsuoka, me temo que es indispensable que acuda a la cita
prevista, recuerde que se trata de un acuerdo importante…
-No, me niego –contestó ahora de forma mucho más tajante y
Seijuro le miró en desacuerdo a su opinión.
-Recuerde cual es su deber, esa sería una sabia decisión
–Rin devolvió el vistazo bastante disgustado, su consejero tenía
desgraciadamente razón.
___
Gou permanecía apoyada en la puerta principal de la muralla,
contemplaba el horizonte en el justo momento en que amanecía. En su hombro
descansaba un pequeño fénec de pelaje color crema, se había encariñado de ella
y rara era la vez en que no se acurrucaba entre sus brazos. La caballería
regresaba ya de una larga noche de expedición, las pisadas de los equinos
asustaron a la inseparable mascota de la muchacha, que salió corriendo en
dirección opuesta al ruido.
-¡Oye! –chilló asustada la pelirroja, que le siguió lo más
rápido posible. Aunque trató de atraparlo antes de que se alejase demasiado, le
fue imposible. El zorro se introdujo a través de unos matorrales, algo que a su
compañera no le hizo demasiada gracia. Sabía de sobra que tras la maleza se
encontraba un acceso a las mazmorras subterráneas del alcázar, nunca había
bajado sola ya que le parecían terriblemente tétricas, sin embargo no estaba
dispuesta a dejar que el pobre animal permaneciese mucho tiempo más ahí –allá
voy… -pronunció temblorosa y se dispuso a bajar los desgastados escalones. Las
mazmorras estaban vacías actualmente, lo cual explicaba el deterioro de sus
paredes y rejas. El eco de unos sonidos agudos reveló la posición de fénec,
parecía todavía atemorizado. Gou lo recogió del suelo y le serenó con unas
mimosas caricias, aunque pronto se dio cuenta de que había alguien más allí.
___
Los cortes de las muñecas ardían y la sangre de mi rostro se
había secado, formando una costra. Necesitaba beber agua, no soportaba más el
nudo que tenía en la garganta. Un grito captó mi atención, una chica me
divisaba aterrorizada tras los barrotes.
-¿Está usted bien…? –se dirigió a mí. No alcancé a
responderla y prosiguió hablando ella -¿es un criminal o algo así…? –negué
despacio con la cabeza. Agradecí el empeño que puso en tirar de los hierros, no
obstante le era imposible desplazarlos –tranquilo, voy a pedir ayuda…
___
Rei marchaba al lado de Rin y todo su séquito, que portaba
entre otras cosas estandartes con la insignia de su reinado. Matsuoka tenía la
mirada perdida, no dejaba de pensar en algo, probablemente por su indiscreción
sufriría las consecuencias, pero no decirlo supondría obviar los sentimientos
del rey.
-Alteza, si nos vamos ahora probablemente nunca más volverá
a verle… -afirmó su guardia.
-Ya te lo he dicho, habrá escapado de aquí…
-¿Qué es lo que desea hacer…? –Rin fue incapaz de responder
a aquello, prefirió cambiar el rumbo de la conversación.
-Si no ha aparecido no hay nada que yo pueda hacer, por
mucho que quiera… -es todo lo que Rei precisaba oír. Rápidamente se interpuso
en el camino del monarca, imposibilitando que diese un paso más ante la atónita
mirada de los presentes –apártate inmediatamente… –ordenó.
-No, no voy a hacerlo –en esa diminuta pausa apareció la
salvación del peli azul. Gou andaba a pasos acelerados hasta el grupo que
residía prácticamente ya a las afueras de la ciudad. La muchacha aparentaba
estar alarmada.
-¡Hermano! –una vez llegó hasta su posición se dejó caer en
la arena y el fénec lamió su mejilla, animándola a que hiciese un último
esfuerzo –he… he visto algo ahí abajo, en… las celdas… -tartamudeó.
-Te lo dije, ese no es lugar para una chica –respondió
tajante su familiar –ya hablaremos de ello cuando regrese, no puedo hacerme
cargo ahora de ese tipo de inconvenientes sin importancia…
-¡Espera! –se aferró desesperada al brazo del mayor, tenía
que hacerle caso –hay alguien encerrado abajo… –afirmó la pelirroja.
-Eso es imposible, yo no he ordenado que… -y una extensa
pausa dejó la boca de Matsuoka paralizada.
___
Gou guiaba a su hermano y Rei por los pasadizos, era difícil
recordar el sitio exacto en tal enrevesado laberinto. Los nervios erizaban el
vello de Rin, no soportaba más tanta tensión.
-¡Date prisa! –gritó irritado.
-Lo siento, hago lo que puedo… -se excusó la menor. El
agobio terminó una vez reconoció el lugar exacto –ahí… -señaló convencida.
Únicamente el mayor de los Matsuoka se atrevió a aproximarse, temiendo
encontrarse entre las tinieblas a la persona que menos deseaba que fuera. La
pesadilla se hizo realidad cuando reconoció a un magullado Haru, tan frágil y
delicado que hasta dolía.
-¡Haruka! –si algo poseía el pelirrojo es valor, consiguió
arrancar los anclajes de la verja de un solo tirón. No paraba de pronunciar
aquel nombre, tan alto y fuerte que su garganta terminó por resquebrajarse.
-¿Rin…? –abrí los ojos repentinamente. Había esquivado la
muerte muchas veces, una más era prácticamente imposible, sin embargo le oía,
oía aquella voz tan grave suplicar que me despertase, no, no sólo era eso, una
constante presión rodeaba todo mi cuerpo. Logré reaccionar y me di cuenta de
que seguía vivo, lo estaba y volvía a ser gracias a él, la persona a la que
tanto detestaba. El abrazo en el que Rin me envolvía me hizo recobrar
lentamente todos mis sentidos, ahora notaba algo húmedo recorrer mis mejillas.
-Eres un incordio… -mencionó entre lágrimas –siempre te
metes en problemas, no puedes evitar complicarme la vida… -por un leve instante
nuestras miradas se encontraron y dejé de verle como a un rey tirano – no
volverá a ocurrir nunca más, yo voy a cuidar de ti… -una sensación ardiente
recorrió cada parte de mi ser. Esa frase iba a resonar para siempre en mi
cabeza, estaba seguro de ello.
___
El cuarto de Rin me resultaba más agradable que de
costumbre. Mikoshiba se marchaba por el pasillo aparentemente furioso, los compromisos
que su superior acababa de cancelar habían provocado tal cólera en él. Ahora
Rin se dedicaba a andar por el cuarto, tenía un atisbo de inquietud en el
rostro.
-Matsuoka… -murmuré su apellido. Se paró al escucharme y
acabó girando la cara. Si continuaba por mucho más tiempo observando sus pupilas
me costaría proseguir –perdóname… -obviamente estaba atónito por mis palabras,
no obstante su expresión se torno drásticamente en una seria.
-Juro que pagarán por esto, te lo prometo… -confiaba en
ello. Al apartarse durante un instante el pelo de la nuca, me percaté de una
pequeña marca que lo recorría de arriba abajo, se trataba de una cicatriz,
¿debía preguntarle la causa o no?
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