sábado, 2 de enero de 2016

Sabaku no Ousama - Capítulo 05


Capítulo 05

Aquella huella aparentaba reflejar un antiguo y profundo corte, era tan extensa que prácticamente acababa en su espalda. La intriga se apoderaba de mí a medida que la observaba con más ahínco, no obstante indagar en el tema podía ser un error. Mis labios se entreabrieron y finalmente titubee.
-Esa cicatriz… -mi susurro se perdió en la nada cuando el pequeño consejero del rey irrumpió en la estancia, siendo ya costumbre que la comunicación entre nosotros fuese nula por culpa de terceras personas.

-Alteza, tiene usted que partir mañana mismo, Mikoshiba está furioso y será un verdadero problema faltar una vez más al tratado… -Rin desvió la mirada y soltó un intenso suspiro.
-Nitori, creo que será imposible que acuda a la cita, ya lo he dicho antes…
-Pero Matsuoka, es muy importante… -los ojos rojos del susodicho se encontraron con los míos y un atisbo de raciocinio apareció en su expresión.
-Iré, aunque me gustaría que Haruka viniese conmigo, esa es la única condición que pongo a todo esto –no entendía realmente que tenía que ver yo con las labores de un rey, y no dudé en mostrar mi confusión al abrir en demasía la boca.
-¡Tienes que ir con él! –me ordenó el muchacho de pelo gris, sosteniendo mis manos entre las suyas mientras me rogaba que tomase una repentina decisión.
-Yo… -creo que empezaba a comprender el motivo por el cual Matsuoka se negaba a marcharse de su propio palacio, sin embargo algo en mi interior me impedía confiar en una idea tan ridícula. Rin tomó asiento a mi lado y aquellos afilados dientes se aproximaron a escasos centímetros de mí.
-No permitiré que te quedes aquí solo, no después de lo que ha ocurrido, así que dejaré que seas tú el que lo determine… -nunca antes una voz había logrado se me erizase el vello, pero él lo conseguía. Su aliento me alteraba y para evitar una situación tan comprometida, acepté. Asentir una sola vez fue suficiente para que se retomase el viaje que ya estaba preparado, por mi parte el resto del día evité cualquier acercamiento con él, era la opción más sencilla.
___
Durante tres largas noches y tres interminables días vagamos por el desierto en plena tempestad. Nuestra marcha se hizo más lenta de lo habitual, o eso oí comentar, ya que los enormes vendavales nos impedían avanzar y teníamos que parar cada cierto tiempo para resguardarnos de las tormentas de arena. Estaba harto y fatigado, no veía final a esta dura travesía, aunque Matsuoka desprendía un aura de serenidad ante los inconvenientes que surgían sabía que en el fondo estaba tan o más desesperado que yo.
-Ya falta poco… -al girarme comprobé que se encontraba detrás de mí. Elevaba los brazos y de este modo se cubría la cara, evitando que el polvo le afectase a los ojos. Yo me detuve y le miré curioso, ¿no se suponía que hasta hace un momento iba montado sobre un camello? –sube, iré andando… -me sorprendió su ofrecimiento y acepté a regañadientes, no pretendía ser una molestia para nadie.
-No es necesario… -musité, pero no pareció escuchar mi corto comentario.
Al amanecer y con la ponte luz del sol divisé a lo lejos una fortaleza de color blanco. Las puertas que daban al interior de la ciudad permanecían cerradas, aunque con nuestra llegada los guardianes que las custodiaban las abrieron para que pudiésemos entrar. Los habitantes nos recibieron con aparente júbilo, tanto que algunos no dudaban en arrimarse a Matsuoka. Una vez más me desconcertaba el comportamiento de aquel hombre pelirrojo. Rei giró la cabeza y una amplia sonrisa se esbozó en sus labios, ¿qué querría decirme con un gesto tan infantil?
El supuesto alcázar del reino se situaba en la parte más alta del mismo, así que tuvimos que deshacernos de cuanto cargábamos para poder subir hasta allí con mayor facilidad. Al llegar, el primero en pasar al inmenso recibidor fue Rin, yo preferí quedarme aislado en un rincón, a la espera de que el soberano nos recibiese. Segundos más tarde el eco de unas pisadas retumbó por toda la estancia y la figura de un hombre aparentemente fornido bajó toda la escalinata. No podía ver sus ojos, pero algo me decía que estaban llenos de una evidente alegría.
-Bienvenido de nuevo a Amal, Rin –a pesar de que el robusto muchacho tendió una mano, ambos se fundieron finalmente en un intenso abrazo. Contemplar tal escena me hizo apartar la vista, no obstante ni yo mismo entendí el motivo de mi repentino estado de nervios.
-Yamazaki, es un placer volver a verte…
-¿Yamazaki…? –reprendió el moreno –Yamazaki es mi padre, a mí llámame Sosuke, ¿o es que ahora te has vuelto tímido de repente?
-¡No es eso! –una fuerte presión me invadía el pecho, desencadenando que mi cabeza cada vez estuviese más baja. Nunca antes había escuchado a Matsuoka reírse de esa forma, tampoco avergonzarse, así que llegué a la acertada conclusión de las conexiones que mantendrían entre ellos. Eran amigos, ese tipo de amigos cercanos que sabían todo el uno del otro, que se adoraban y cuidaban, al igual que yo en un pasado con Makoto.
-¿Quién es ese…? –preguntó. Rin se giró y confirmó que se refería a mí.
-Él es Nanase Haruka, mi… -prisionero, eso es lo que era. Las palabras torpes que el pelirrojo pronunció después no las esperaba y por consecuente me causaron una gran conmoción –es alguien importante para mí, eso es todo… -mi corazón ahora latía desmesurado y mis mejillas se tornaron en un leve color sonrosado.
-Ya veo… -la voz grave de Yamazaki me devolvió a la realidad, aquella en la que su mirada fría me examinaba de arriba abajo –lamento informarte de que mi padre no está aquí, partió anoche y estará fuera por un largo período…
-¿Eh…? –Matsuoka cruzó los brazos, irritado al enterarse de tal acontecimiento –he venido hasta aquí para nada…
-Hace días que deberías haberte presentado a la reunión, ¿no crees que ha sido grosero por tu parte? –la mueca compungida de Rin señalaba que Sosuke tenía razón.  
-Lo… lo lamento mucho…
___
Para conmemorar el reencuentro, todo Amal preparó un descomunal festejo bajo las órdenes del mismísimo Sosuke. No faltaron los manjares ni la bebida, y cualquier persona digna podía asistir a la celebración. A mí se me asignó un asiento apartado de la gente importante, tan lejos de Matsuoka que no podía casi verle.
-¿Te estás divirtiendo? –el centinela de pelo azul se acercó a mí, consiguiendo que por fin me distrajese durante un breve lapso de tiempo.
 
-No estoy acostumbrado a este tipo de veladas…
-Por eso mismo tienes que aprovechar y degustar la comida típica de aquí, realmente está deliciosa –los labios de Rei se ocultaban tras una enorme jarra de cerveza y de él sólo obtenía de vez en cuando los profundos suspiros de placer que soltaba al saborearla.
-Oye, Ryugazaki… -susurré.
-¿Sí? –respondió, aunque no parecía interesarle lo más mínimo lo que yo pudiese decir. Las estrepitosas carcajadas de Matsuoka me despistaban y harto del gentío decidí levantarme de mi sitio.
-No es nada, voy a salir un rato de aquí… -el aire inundó mis pulmones y agradecí sinceramente escaparme de allí. En condiciones normales sabía que Rei no me lo hubiese puesto tan fácil, pero en esta ocasión nadie se daría cuenta de mi ausencia, o eso pensaba. Estiré mis adormecidas piernas y apoyé la espalda contra una prominente columna en medio de la nada, dejando que mis ojos azulados se dirigiesen hacia el sombrío cielo, inspeccionándolo.  
-¿Planeas volver a huir…? –una voz que detestaba oír me estremeció, y es que temía la forma en que aquella persona acostumbraba a contemplarme. Mikoshiba también reposaba su fornido cuerpo en la parte opuesta a la mía del poste, sin embargo sólo percibí su sombra. Opté por quedarme en el más absoluto silencio y el muchacho de iris ámbar me acorraló en un descuido. Sus manos se situaron a los lados de mi rostro y la aterradora mirada que solía dedicarme apareció de nuevo –es peligroso estar solo en un territorio desconocido, deberías regresar con Rin…
-Matsuoka ya está entretenido, volver no va a cambiar nada… -el desdén se reflejó en mi comentario y él aprovechó tal debilidad para atacar.
-¿Acaso te disgusta que otro hombre te lo pueda robar…? –la sangre de mis venas retornó hasta los pómulos y entrecerré los párpados levemente –ya veo, tienes celos de Yamazaki, pero he de decir que para mí tú eres mucho más apuesto, definitivamente yo te elegiría a ti, ¿quieres una demostración de ello…? –y los alargados dedos de Seijuro se posaron en mis caderas. Estaba jugando conmigo, lo sabía y me veía obligado a rechazar una propuesta tan indecente. Iba a hablar, aunque se volvió a adelantar –ven conmigo, soy un hombre después de todo, tengo mis necesidades y carencias…
-Haruka… -alcé la vista por encima del hombro del individuo que aún acariciaba mi piel y tras él un colérico Rin contemplaba mi semblante de absoluta sorpresa.
-Matsuoka… -tras pronunciar su apellido me aparté, repudiando el agarre que antes me inmovilizaba. El rey no dudó en mostrar su descontento, ni tampoco los dientes, y levantando una mano pidió que su persona de confianza acudiese al llamado. Mikoshiba acató su mandato y una vez ambos se situaron frente a frente, Rin murmuró en el oído del más alto.
-Ni se te ocurra hacerlo otra vez, o juro que me encargaré yo mismo de acabar contigo… -la amenaza surgió efecto y un enfurecido Seijuro abandonó el lugar. Ahora los dos estábamos a solas, tras un montón de días le tenía momentáneamente sólo para mí. Me asustó ver una faceta tan agresiva por parte de Matsuoka, pero él se encargó de que lo olvidase de inmediato –Haru, no desaparezcas así, ¿cómo te atreves a hacer que un rey se preocupe por ti…? –por los titubeos que salieron de su boca me pregunté si trataba de ser afectuoso o cariñoso, aunque la borrachera dificultaba que se expresase correctamente –si te vuelves a ir, yo… -cada vez se acercaba más, hasta que nuestras narices casi se llegaron a rozar.
-Ya está bien, Rin… –Sosuke se puso en medio, ¿cuánto tiempo llevaba ahí? –estás ebrio…
-Tengo sueño… -en respuesta a los quejidos, su amigo le cargó en brazos y así evitó que desfalleciese de un momento a otro.
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A pesar de que solía dormir junto a Matsuoka, nunca antes me había dado cuenta de lo indefenso que aparentaba ser en realidad. Una vez Yamazaki le tumbó y apagó las velas que iluminaban tenuemente la estancia, salió y fue cuidadoso al cerrar la puerta, no parecía dispuesto a perturbar su descanso.
-Rin no suele estar nunca tan tranquilo, desde que era joven se ha acostumbrado a pasar las noches despierto y soy incapaz de hacerle cambiar de opinión, puede que el alcohol sea una solución aceptable para que se relaje… -recapacité y me di cuenta de que estaba en lo cierto, siempre que me levantaba en su cuarto él ya se había marchado previamente. Los dos nos mantuvimos callados y no fue hasta que nos dirigimos al patio que volvió a hablar, haciendo que la tensión disminuyese un poco -¿puedo preguntarte algo?
-Sí… -no podía imaginar de qué se trataba hasta que lo soltó.
-¿Qué clase de relación mantienes con Rin…? –un cuestionario tan comprometido no iba a desestabilizarme, tenía muy claro lo que debía contestar a cada uno de sus interrogantes.
-Me salvó y ahora tengo que pagar tributo por ello, pero saldaré mi deuda y después me iré…
-¿Tú también te largarás de su vida…? –parpadeé atónito –conozco a ese idiota desde que apenas era un niño inocente y lleno de ilusiones frustradas, ¿vas a destruir todo eso ahora que se ha recuperado un poco…?
-¿A qué te refieres…? –me permití acomodarme en un banco, ya que Yamazaki lo hizo con anterioridad.
-¿Rin no te ha contado nada…? –ciertamente no sabía de su pasado, ni tampoco me interesaba. Eso repetía una y otra vez en mi interior, no aceptaría nada de ese hombre, jamás –vaya… -un incomodo silencio nos asoló de nuevo, pero esta vez había algo que me invitaba a ser curioso.
-Siento si soy entrometido… -me disculpé antes de continuar la frase –esta noche he escuchado rumores y no sé si son reales, ¿de verdad vas a contraer matrimonio con la princesa Gou…? –una mueca de aparente tristeza se formó en la cara de Yamazaki, ¿no debería estar contento por su futuro casamiento?
-Sí, has oído bien...
-¿Y por qué estás tan afligido entonces…? –mi descortesía era ya usual en mí.
-Supongo que es lógico, se trata de un enlace por conveniencia, sin embargo no es a ella a quién quiero… -y tras sentenciar la conversación se marchó, dejando paso a la incertidumbre, ¿amaría entonces al hermano de su prometida?
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Al despertar me percaté de que la noche anterior acabé acostándome en el heno de un establo adyacente, tampoco lograba encontrar la habitación que se me había concedido, por lo tanto tomé esa estúpida determinación.
 
-¡Haru! –los chillidos de Rin me amedrentaban, ¿qué hacía también ahí? –eres un completo y absoluto desastre, ¡¿has pernoctado aquí?!
-Deja de gritarme… -tanto alarido me levantaba dolor de cabeza. Matsuoka se puso de cuclillas y sus cortantes uñas retiraron de mi cabello un trozo de paja.
-Podrías haber venido a mi alcoba, ¿eres tonto o qué te pasa…? –sus insultos me daban lo mismo, hice caso omiso a ellos y sin aceptar su ayuda me puse en pie –he mandando que se te prepare un baño, hoy vendrás conmigo, quiero llevarte a un sitio… -dictaminó sin contar conmigo y abandonó la mugrienta cuadra -¡y lávate bien!
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Por fin, agua, agua fría. Me sumergí en la bañera y no fue hasta que Matsuoka regresó a por mí que salí de ella. Tuvo que lidiar bastante conmigo para que accediese a cumplir sus órdenes, incluso me propinó un fuerte tirón de orejas.
En un principio se suponía que nos montaríamos juntos en un mismo caballo, pero ante mi negativa al rey malhumorado no le quedó otra que otorgarme un corcel distinto en el que me sintiese a gusto. El camino era largo y mi aguante se agotaba.
-Odio esto… -un vistazo de Rin con el ceño fruncido hizo que acallase mis pensamientos, desde que salimos de la ciudad nos habíamos dedicado a discutir y volver a hacerlo me dejaría exhausto del todo. Al ocaso paramos por fin y Matsuoka me obligó a cubrirme la cara con un vendaje de color negro, evitando así que viese la supuesta maravilla que quería mostrarme hasta que él decretase lo contrario.
-Ten cuidado, no te caigas… -me guió en todo momento. Sus dedos helados rodeaban mi muñeca y esa sensación causó un espasmo en mí. Poco después me soltó y sentí que aflojaba la tela que me rozaba los párpados -¿listo? –y al retirarla del todo me quedé en shock. Un árbol de incalculables ramas se alzaba frente a mí, tan precioso que sentí ganas de llorar. Uno de los pétalos rosáceos cayó sobre mi mejilla, originándome cosquillas, pero… ¿por qué de repente sentía nostalgia…?
-Hace años lo prometí, me prometí a mí mismo que la próxima vez que viniese aquí sería acompañado, y aunque no eres la persona a la que esperaba, sé que estoy haciendo lo correcto… -no podía prestar atención, ni tampoco calmarme –Haru, este es mi paisaje favorito, nadie lo sabe, es un secreto entre tú y yo…
-Rin… -empecé a temblar y su nombre se ahogó en mi garganta. Varias imágenes sacudieron mi mente en tan sólo un segundo y la confusión se apropió de mí. El colgante de cuentas brillantes, los ojos rojos de Matsuoka y el árbol de color rosa único en todo el país -no puede ser…
-¿Haruka…? –sus manos sostuvieron mis hombros, sin embargo no lograba volver a la realidad.
-Rin, tú eres él, ese chico… -una lágrima se deslizó por mi tembloroso rostro. Al mirarnos fijamente a los ojos por fin dedujo lo que ocurría.
-Haru, ¿te encontré…? -sí, años después volvíamos a vernos.

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