Aquella huella aparentaba reflejar un antiguo y profundo
corte, era tan extensa que prácticamente acababa en su espalda. La intriga se
apoderaba de mí a medida que la observaba con más ahínco, no obstante indagar
en el tema podía ser un error. Mis labios se entreabrieron y finalmente
titubee.
-Esa cicatriz… -mi susurro se perdió en la nada cuando el
pequeño consejero del rey irrumpió en la estancia, siendo ya costumbre que la
comunicación entre nosotros fuese nula por culpa de terceras personas.
-Alteza, tiene usted que partir mañana mismo, Mikoshiba está furioso y será un verdadero problema faltar una vez más al tratado… -Rin desvió la mirada y soltó un intenso suspiro.
-Nitori, creo que será imposible que acuda a la cita, ya lo
he dicho antes…
-Pero Matsuoka, es muy importante… -los ojos rojos del
susodicho se encontraron con los míos y un atisbo de raciocinio apareció en su
expresión.
-Iré, aunque me gustaría que Haruka viniese conmigo, esa es
la única condición que pongo a todo esto –no entendía realmente que tenía que
ver yo con las labores de un rey, y no dudé en mostrar mi confusión al abrir en
demasía la boca.
-¡Tienes que ir con él! –me ordenó el muchacho de pelo gris,
sosteniendo mis manos entre las suyas mientras me rogaba que tomase una
repentina decisión.
-Yo… -creo que empezaba a comprender el motivo por el cual
Matsuoka se negaba a marcharse de su propio palacio, sin embargo algo en mi
interior me impedía confiar en una idea tan ridícula. Rin tomó asiento a mi
lado y aquellos afilados dientes se aproximaron a escasos centímetros de mí.
-No permitiré que te quedes aquí solo, no después de lo que
ha ocurrido, así que dejaré que seas tú el que lo determine… -nunca antes una
voz había logrado se me erizase el vello, pero él lo conseguía. Su aliento me
alteraba y para evitar una situación tan comprometida, acepté. Asentir una sola
vez fue suficiente para que se retomase el viaje que ya estaba preparado, por
mi parte el resto del día evité cualquier acercamiento con él, era la opción
más sencilla.
___
Durante tres largas noches y tres interminables días vagamos
por el desierto en plena tempestad. Nuestra marcha se hizo más lenta de lo
habitual, o eso oí comentar, ya que los enormes vendavales nos impedían avanzar
y teníamos que parar cada cierto tiempo para resguardarnos de las tormentas de
arena. Estaba harto y fatigado, no veía final a esta dura travesía, aunque
Matsuoka desprendía un aura de serenidad ante los inconvenientes que surgían
sabía que en el fondo estaba tan o más desesperado que yo.
-Ya falta poco… -al girarme comprobé que se encontraba
detrás de mí. Elevaba los brazos y de este modo se cubría la cara, evitando que
el polvo le afectase a los ojos. Yo me detuve y le miré curioso, ¿no se suponía
que hasta hace un momento iba montado sobre un camello? –sube, iré andando… -me
sorprendió su ofrecimiento y acepté a regañadientes, no pretendía ser una
molestia para nadie.
-No es necesario… -musité, pero no pareció escuchar mi corto
comentario.
Al amanecer y con la ponte luz del sol divisé a lo lejos una
fortaleza de color blanco. Las puertas que daban al interior de la ciudad
permanecían cerradas, aunque con nuestra llegada los guardianes que las
custodiaban las abrieron para que pudiésemos entrar. Los habitantes nos
recibieron con aparente júbilo, tanto que algunos no dudaban en arrimarse a
Matsuoka. Una vez más me desconcertaba el comportamiento de aquel hombre
pelirrojo. Rei giró la cabeza y una amplia sonrisa se esbozó en sus labios,
¿qué querría decirme con un gesto tan infantil?
El supuesto alcázar del reino se situaba en la parte más
alta del mismo, así que tuvimos que deshacernos de cuanto cargábamos para poder
subir hasta allí con mayor facilidad. Al llegar, el primero en pasar al inmenso
recibidor fue Rin, yo preferí quedarme aislado en un rincón, a la espera de que
el soberano nos recibiese. Segundos más tarde el eco de unas pisadas retumbó
por toda la estancia y la figura de un hombre aparentemente fornido bajó toda
la escalinata. No podía ver sus ojos, pero algo me decía que estaban llenos de
una evidente alegría.
-Bienvenido de nuevo a Amal, Rin –a pesar de que el robusto
muchacho tendió una mano, ambos se fundieron finalmente en un intenso abrazo.
Contemplar tal escena me hizo apartar la vista, no obstante ni yo mismo entendí
el motivo de mi repentino estado de nervios.
-Yamazaki, es un placer volver a verte…
-¿Yamazaki…? –reprendió el moreno –Yamazaki es mi padre, a
mí llámame Sosuke, ¿o es que ahora te has vuelto tímido de repente?
-¡No es eso! –una fuerte presión me invadía el pecho,
desencadenando que mi cabeza cada vez estuviese más baja. Nunca antes había
escuchado a Matsuoka reírse de esa forma, tampoco avergonzarse, así que llegué
a la acertada conclusión de las conexiones que mantendrían entre ellos. Eran
amigos, ese tipo de amigos cercanos que sabían todo el uno del otro, que se adoraban
y cuidaban, al igual que yo en un pasado con Makoto.
-¿Quién es ese…? –preguntó. Rin se giró y confirmó que se
refería a mí.
-Él es Nanase Haruka, mi… -prisionero, eso es lo que era. Las
palabras torpes que el pelirrojo pronunció después no las esperaba y por
consecuente me causaron una gran conmoción –es alguien importante para mí, eso
es todo… -mi corazón ahora latía desmesurado y mis mejillas se tornaron en un
leve color sonrosado.
-Ya veo… -la voz grave de Yamazaki me devolvió a la
realidad, aquella en la que su mirada fría me examinaba de arriba abajo
–lamento informarte de que mi padre no está aquí, partió anoche y estará fuera
por un largo período…
-¿Eh…? –Matsuoka cruzó los brazos, irritado al enterarse de
tal acontecimiento –he venido hasta aquí para nada…
-Hace días que deberías haberte presentado a la reunión, ¿no
crees que ha sido grosero por tu parte? –la mueca compungida de Rin señalaba
que Sosuke tenía razón.
-Lo… lo lamento mucho…
___
Para conmemorar el reencuentro, todo Amal preparó un
descomunal festejo bajo las órdenes del mismísimo Sosuke. No faltaron los
manjares ni la bebida, y cualquier persona digna podía asistir a la
celebración. A mí se me asignó un asiento apartado de la gente importante, tan
lejos de Matsuoka que no podía casi verle.
-¿Te estás divirtiendo? –el centinela de pelo azul se acercó
a mí, consiguiendo que por fin me distrajese durante un breve lapso de tiempo.
-No estoy acostumbrado a este tipo de veladas…
-Por eso mismo tienes que aprovechar y degustar la comida
típica de aquí, realmente está deliciosa –los labios de Rei se ocultaban tras
una enorme jarra de cerveza y de él sólo obtenía de vez en cuando los profundos
suspiros de placer que soltaba al saborearla.
-Oye, Ryugazaki… -susurré.
-¿Sí? –respondió, aunque no parecía interesarle lo más
mínimo lo que yo pudiese decir. Las estrepitosas carcajadas de Matsuoka me despistaban
y harto del gentío decidí levantarme de mi sitio.
-No es nada, voy a salir un rato de aquí… -el aire inundó
mis pulmones y agradecí sinceramente escaparme de allí. En condiciones normales
sabía que Rei no me lo hubiese puesto tan fácil, pero en esta ocasión nadie se
daría cuenta de mi ausencia, o eso pensaba. Estiré mis adormecidas piernas y apoyé
la espalda contra una prominente columna en medio de la nada, dejando que mis
ojos azulados se dirigiesen hacia el sombrío cielo, inspeccionándolo.
-¿Planeas volver a huir…? –una voz que detestaba oír me
estremeció, y es que temía la forma en que aquella persona acostumbraba a
contemplarme. Mikoshiba también reposaba su fornido cuerpo en la parte opuesta
a la mía del poste, sin embargo sólo percibí su sombra. Opté por quedarme en el
más absoluto silencio y el muchacho de iris ámbar me acorraló en un descuido. Sus
manos se situaron a los lados de mi rostro y la aterradora mirada que solía
dedicarme apareció de nuevo –es peligroso estar solo en un territorio
desconocido, deberías regresar con Rin…
-Matsuoka ya está entretenido, volver no va a cambiar nada…
-el desdén se reflejó en mi comentario y él aprovechó tal debilidad para atacar.
-¿Acaso te disgusta que otro hombre te lo pueda robar…? –la
sangre de mis venas retornó hasta los pómulos y entrecerré los párpados
levemente –ya veo, tienes celos de Yamazaki, pero he de decir que para mí tú
eres mucho más apuesto, definitivamente yo te elegiría a ti, ¿quieres una
demostración de ello…? –y los alargados dedos de Seijuro se posaron en mis
caderas. Estaba jugando conmigo, lo sabía y me veía obligado a rechazar una propuesta
tan indecente. Iba a hablar, aunque se volvió a adelantar –ven conmigo, soy un
hombre después de todo, tengo mis necesidades y carencias…
-Haruka… -alcé la vista por encima del hombro del individuo
que aún acariciaba mi piel y tras él un colérico Rin contemplaba mi semblante
de absoluta sorpresa.
-Matsuoka… -tras pronunciar su apellido me aparté, repudiando
el agarre que antes me inmovilizaba. El rey no dudó en mostrar su descontento,
ni tampoco los dientes, y levantando una mano pidió que su persona de confianza
acudiese al llamado. Mikoshiba acató su mandato y una vez ambos se situaron
frente a frente, Rin murmuró en el oído del más alto.
-Ni se te ocurra hacerlo otra vez, o juro que me encargaré
yo mismo de acabar contigo… -la amenaza surgió efecto y un enfurecido Seijuro
abandonó el lugar. Ahora los dos estábamos a solas, tras un montón de días le
tenía momentáneamente sólo para mí. Me asustó ver una faceta tan agresiva por
parte de Matsuoka, pero él se encargó de que lo olvidase de inmediato –Haru, no
desaparezcas así, ¿cómo te atreves a hacer que un rey se preocupe por ti…? –por
los titubeos que salieron de su boca me pregunté si trataba de ser afectuoso o
cariñoso, aunque la borrachera dificultaba que se expresase correctamente –si
te vuelves a ir, yo… -cada vez se acercaba más, hasta que nuestras narices casi
se llegaron a rozar.
-Ya está bien, Rin… –Sosuke se puso en medio, ¿cuánto tiempo
llevaba ahí? –estás ebrio…
-Tengo sueño… -en respuesta a los quejidos, su amigo le
cargó en brazos y así evitó que desfalleciese de un momento a otro.
___
A pesar de que solía dormir junto a Matsuoka, nunca antes me
había dado cuenta de lo indefenso que aparentaba ser en realidad. Una vez
Yamazaki le tumbó y apagó las velas que iluminaban tenuemente la estancia,
salió y fue cuidadoso al cerrar la puerta, no parecía dispuesto a perturbar su
descanso.
-Rin no suele estar nunca tan tranquilo, desde que era joven
se ha acostumbrado a pasar las noches despierto y soy incapaz de hacerle
cambiar de opinión, puede que el alcohol sea una solución aceptable para que se
relaje… -recapacité y me di cuenta de que estaba en lo cierto, siempre que me
levantaba en su cuarto él ya se había marchado previamente. Los dos nos
mantuvimos callados y no fue hasta que nos dirigimos al patio que volvió a
hablar, haciendo que la tensión disminuyese un poco -¿puedo preguntarte algo?
-Sí… -no podía imaginar de qué se trataba hasta que lo
soltó.
-¿Qué clase de relación mantienes con Rin…? –un cuestionario
tan comprometido no iba a desestabilizarme, tenía muy claro lo que debía
contestar a cada uno de sus interrogantes.
-Me salvó y ahora tengo que pagar tributo por ello, pero
saldaré mi deuda y después me iré…
-¿Tú también te largarás de su vida…? –parpadeé atónito –conozco
a ese idiota desde que apenas era un niño inocente y lleno de ilusiones
frustradas, ¿vas a destruir todo eso ahora que se ha recuperado un poco…?
-¿A qué te refieres…? –me permití acomodarme en un banco, ya
que Yamazaki lo hizo con anterioridad.
-¿Rin no te ha contado nada…? –ciertamente no sabía de su
pasado, ni tampoco me interesaba. Eso repetía una y otra vez en mi interior, no
aceptaría nada de ese hombre, jamás –vaya… -un incomodo silencio nos asoló de
nuevo, pero esta vez había algo que me invitaba a ser curioso.
-Siento si soy entrometido… -me disculpé antes de continuar
la frase –esta noche he escuchado rumores y no sé si son reales, ¿de verdad vas
a contraer matrimonio con la princesa Gou…? –una mueca de aparente tristeza se
formó en la cara de Yamazaki, ¿no debería estar contento por su futuro
casamiento?
-Sí, has oído bien...
-¿Y por qué estás tan afligido entonces…? –mi descortesía
era ya usual en mí.
-Supongo que es lógico, se trata de un enlace por
conveniencia, sin embargo no es a ella a quién quiero… -y tras sentenciar la
conversación se marchó, dejando paso a la incertidumbre, ¿amaría entonces al
hermano de su prometida?
___
Al despertar me percaté de que la noche anterior acabé
acostándome en el heno de un establo adyacente, tampoco lograba encontrar la
habitación que se me había concedido, por lo tanto tomé esa estúpida
determinación.
-¡Haru! –los chillidos de Rin me amedrentaban, ¿qué hacía
también ahí? –eres un completo y absoluto desastre, ¡¿has pernoctado aquí?!
-Deja de gritarme… -tanto alarido me levantaba dolor de
cabeza. Matsuoka se puso de cuclillas y sus cortantes uñas retiraron de mi
cabello un trozo de paja.
-Podrías haber venido a mi alcoba, ¿eres tonto o qué te
pasa…? –sus insultos me daban lo mismo, hice caso omiso a ellos y sin aceptar
su ayuda me puse en pie –he mandando que se te prepare un baño, hoy vendrás
conmigo, quiero llevarte a un sitio… -dictaminó sin contar conmigo y abandonó
la mugrienta cuadra -¡y lávate bien!
___
Por fin, agua, agua fría. Me sumergí en la bañera y no fue
hasta que Matsuoka regresó a por mí que salí de ella. Tuvo que lidiar bastante
conmigo para que accediese a cumplir sus órdenes, incluso me propinó un fuerte
tirón de orejas.
En un principio se suponía que nos montaríamos juntos en un
mismo caballo, pero ante mi negativa al rey malhumorado no le quedó otra que
otorgarme un corcel distinto en el que me sintiese a gusto. El camino era largo
y mi aguante se agotaba.
-Odio esto… -un vistazo de Rin con el ceño fruncido hizo que
acallase mis pensamientos, desde que salimos de la ciudad nos habíamos dedicado
a discutir y volver a hacerlo me dejaría exhausto del todo. Al ocaso paramos
por fin y Matsuoka me obligó a cubrirme la cara con un vendaje de color negro,
evitando así que viese la supuesta maravilla que quería mostrarme hasta que él
decretase lo contrario.
-Ten cuidado, no te caigas… -me guió en todo momento. Sus
dedos helados rodeaban mi muñeca y esa sensación causó un espasmo en mí. Poco
después me soltó y sentí que aflojaba la tela que me rozaba los párpados
-¿listo? –y al retirarla del todo me quedé en shock. Un árbol de incalculables
ramas se alzaba frente a mí, tan precioso que sentí ganas de llorar. Uno de los
pétalos rosáceos cayó sobre mi mejilla, originándome cosquillas, pero… ¿por qué
de repente sentía nostalgia…?
-Hace años lo prometí, me prometí a mí mismo que la próxima
vez que viniese aquí sería acompañado, y aunque no eres la persona a la que
esperaba, sé que estoy haciendo lo correcto… -no podía prestar atención, ni
tampoco calmarme –Haru, este es mi paisaje favorito, nadie lo sabe, es un
secreto entre tú y yo…
-Rin… -empecé a temblar y su nombre se ahogó en mi garganta.
Varias imágenes sacudieron mi mente en tan sólo un segundo y la confusión se
apropió de mí. El colgante de cuentas brillantes, los ojos rojos de Matsuoka y
el árbol de color rosa único en todo el país -no puede ser…
-¿Haruka…? –sus manos sostuvieron mis hombros, sin embargo
no lograba volver a la realidad.
-Rin, tú eres él, ese chico… -una lágrima se deslizó por mi
tembloroso rostro. Al mirarnos fijamente a los ojos por fin dedujo lo que
ocurría.
-Haru, ¿te encontré…? -sí, años después volvíamos a vernos.
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