martes, 22 de marzo de 2016

Taboo


Kamenashi era un hombre especial, un chico agradable, interesante, atractivo, y por esas y otras muchas cualidades, sentía una atracción desmedida por él. Solíamos coincidir en el rodaje de un dorama del que Kazuya era protagonista, o por los pasillos de la agencia, y con sólo pasar por su lado mis mejillas ardían y cobraban un tono rojizo.

Una noche me disponía a abandonar la empresa cuando una súbita tormenta me impidió avanzar más allá de la puerta. La lluvia no cesaba, el viento tampoco y por los pasillos se relataba lo que más temía, los servicios de tren habían sido suprimidos a causa de tal temporal.

Tomé asiento en la sala de espera y me dediqué a observar el parte meteorológico en la televisión. Ansiaba que concluyese por fin el temporal y a causa del cansancio y las horas incesantes, me acabé quedando dormido en uno de los sofás de aquella oscura y fría sala.

-Yamada, Yamada… -alguien sostenía mi hombro y me nombraba incansablemente. Abrí los ojos despacio y pude apreciar el rostro de Kame a escasos centímetros del mío.

-Kamenashi… -tartamudeé avergonzado. Mi superior cargaba con mi cuerpo y me trasladaba en brazos hasta su coche.

-Te acercaré a casa, ya es de madrugada y el transporte no funcionará hasta por la mañana, aunque haya amainado la lluvia –comentó en un intento por informarme. Yo me quedé en silencio y sólo asentí, esperando ocultar el temblor de mis manos y el intenso rubor de los pómulos. Una vez me acomodé en el interior del vehículo y Kamenashi hizo lo mismo, se aseguró de reconfortarme todavía más, y me arropó con su cazadora.

-No es necesario, ya has hecho bastante por mí… -mencioné alterado, pero no pude evitar aferrarme a la prenda, que desprendía su aroma.

-Hace frío, y sería problemático si no puedes volver al trabajo, ¿no crees? –bromeó entre risas. Apoyé la cabeza en la ventanilla y cerré los párpados, permitiendo que Kamenashi me llevase hasta la dirección que le había dado.
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El viaje fue más corto de lo deseado y minutos más tarde mi acompañante aparcó frente a mi domicilio. No sabía que decir, mi corazón palpitaba deprisa.

-Cuídate mucho, ¿vale? –pronunció con esa esplendida sonrisa que me hacía perder la cordura.

-Kame… -musité de repente. Por su parte obtuve una mirada y sin pensar en las consecuencias me lancé a besarle. En un principio dejó que mis labios y los suyos se juntasen, sin embargo me acabó apartando de la manera más amable posible.

-Yamada, no deberías hacer eso…

-Lo sé, es por la edad, ¿verdad…? –el silencio de Kamenashi lo confirmó –no importa, prometo que esperaré por ti, lo juro -mostré los dientes con aire arrogante y me preparé para bajar del automóvil. La adolescencia pasaría, y llegado el momento volvería a por él.
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Perseveré y conservé la determinación. Seis años más tarde y habiendo cumplido ya la mayoría de edad, Kamenashi y yo iniciamos una relación seria.

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