lunes, 9 de mayo de 2016

Kyuuketsuki Sensei - Capítulo 01


Capítulo 01

Un suspiro se escapó de entre mis labios, ¿quién me mandaba a mí presentarme voluntario para ser el delegado de la clase? En estos momentos maldecía mi obsesión por ser popular y querido por todos. Yo, Yamada Ryosuke, estudiante de segundo año de bachillerato, estaba encerrado en la biblioteca del Horikoshi, el mejor instituto de Japón, organizando lo que sería en unos meses nuestro viaje de fin de curso. ¿Y por qué lo hacíamos en segundo y no en tercero? Porque al año siguiente todos estaríamos demasiado ocupados estudiando para los exámenes de acceso a la universidad.

–Me pregunto por qué soy tan estúpido… –no paraba de quejarme, mi malhumor aumentaba por momentos, aunque me lo tenía bien merecido. Para conseguir que todos me respetasen aún más, me empeñé en organizarlo yo solo, lo peor de todo es que nadie insistió para hacerme cambiar de idea o ayudarme… –Es demasiado trabajo para una sola persona, y encima a nuestra tutora le dieron hace días la baja por maternidad, ¿cuándo demonios piensan contratar a alguien para sustituirla? –entre lamento y lamento, escuché algo parecido al sonido de un cristal rompiéndose, asustado me levanté de un salto –¿Qué… qué ha sido eso…? Se supone que no debería haber nadie más aquí… –un escalofrío me recorrió entero cuando comencé a escuchar unas pisadas, mi primer instinto fue esconderme bajo la mesa, pero mis piernas no respondían, el miedo se había apoderado completamente de mí. A medida que esos pasos parecían más cercanos, sentía como la sangre abandonaba mi cuerpo, hasta que noté como el pomo de la puerta giraba lentamente. Contuve la respiración pero, nada ni nadie entró en la sala, en cambió oí un golpe seco, como si algo pesado hubiese caído de pronto al suelo. Me quedé estático en el sitio durante largos minutos, solo entonces fui capaz de caminar dirección a la salida, la curiosidad había ganado a mi primer instinto, hasta que abrí la puerta.

Entonces lo vi, un hombre tendido en el suelo, cubierto de sangre y cortes en los brazos. Me asusté, nunca antes me había encontrado en tal situación, lo primero que hice fue comprobar que no hubiese nadie más en aquél enorme pasillo, y tras cerciorarme, tiré con cuidado de él hasta introducirle dentro de la biblioteca. Cerré la puerta de golpe y traté de sentarle contra ella, apoyando su espalda en la madera.

–¿Y ahora qué…? ¿Estará…? –¿muerto? Cogí su muñeca, afortunadamente aún tenía pulso. Me puse a examinarle y cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que, a pesar de la cantidad de sangre que manchaba su ropa, las heridas eran superficiales. Corrí a por mi cartera para sacar un pañuelo y fui a mojarlo al baño que había en la sala, regresando lo más pronto posible al lado de aquella persona. Con sumo cuidado desabroché su camisa y me deshice de ella, resultándome así más fácil el poder curarle. Una vez limpié toda la sangre le tapé con mi chaqueta, o eso intenté –Tsk… apenas le cubre nada… se nota que es un adulto, tendrá como mucho unos treinta y pocos, pero… ¿qué estará haciendo aquí…? –me quedé embobado al retirar aquellos mechones morenos que tapaban su rostro –Tan guapo… –meneé la cabeza para deshacerme de ese extraño pensamiento, pero por alguna razón, era incapaz de apartar la vista de su atractivo rostro. Hice el intento de rozar uno de sus pómulos con los dedos, pero entonces abrió sus ojos, de un color azul intenso como el cielo, y, durante un buen rato, mantuvo su mirada fijamente sobre mí. Estuvo tantísimo tiempo observándome sin decir nada, que tuve la necesidad de girar la cara, cohibido. Fue una mala idea, por lo que ocurrió a continuación...

Aprovechando mi descuido, extendió su mano y enganchó mi brazo, para después tirar de él hasta que mi cuello estuvo al alcance de sus labios, los cuales entreabrió al mismo tiempo que pasaba su lengua por los dientes, dejando ver unos enormes y afilados colmillos, que hundió en mi piel. Jamás olvidaré aquella sensación, la primera de todas. Con una fuerza sobrehumana me inmovilizaba por la nuca para poder beber cada gota de sangre que succionaba de mis venas. No puedo explicar con exactitud qué fue lo que sentí, nunca nada de lo que había experimentado se acercaba lo más mínimo, pero era una mezcla de dolor e increíble placer. Tras un rato, mis piernas fallaron y acabé con una rodilla en el suelo, en ese momento dejó de beber, pero no me soltó. Un líquido rojizo comenzó a caer desde los diminutos orificios de mi garganta hasta la clavícula derecha, dejando un rastro. Sin pensárselo dos veces, ese hombre sacó la lengua y comenzó a lamer esa zona, haciéndome estremecer. Me aparté furioso y asustado, retrocedí todo lo que pude en ese momento, mis manos temblaban mientras trataba de cubrir con el pañuelo la mordedura.

Sin embargo él se limitó a incorporarse, mirándome en silencio. El miedo me pedía a gritos que abandonase la biblioteca, que corriese a un lugar seguro y a salvo; él no era alguien normal, sin duda era la persona más peligrosa con la que jamás me había cruzado, pero no podía hacer nada, la única salida posible estaba obstruida por él. Tenía que pensar algo y rápido. Lo único que se me ocurrió fue lanzarle libros hasta que dejarle inconsciente y poder escapar, así que corrí hasta la estantería más cercana, pero antes siquiera de rozar la tapa de aquella enorme enciclopedia, todo se volvió negro y caí inconsciente.
_____

Poco a poco fui recobrando el conocimiento, me sentía débil, me pesaban hasta los párpados. Me revolví entre lo que parecían unas sábanas, lo que me hizo abrir los ojos de golpe. ¿Dónde estaba? Eché un vistazo a mí alrededor, aquella sala resultó la enfermería.

–¿Qué hago aquí…? –antes de que pudiese acabar de formular mi pregunta, alguien apartó aquella cortina que daba privacidad al paciente. Al girarme para ver de quien se trataba, me quedé sin habla, era él otra vez. Aunque si lo pensaba todo tenía sentido, ya que estábamos solo los dos en aquel colegio –¿Qué es lo que quieres de mí…? –reuní todo mi valor para pronunciar esa frase. Sin contestarme, se aproximó hasta sentarse al borde de la cama, a lo cual yo respondí cubriéndome completamente con la sábana. No tardó en deshacerse de ella, bajo la luz de la luna pude percibir como su figura desprendía un aura increíble. Aunque no era nada si la comparaba con su voz, tan sensual y provocativa que me dejó helado al escucharla.

–¿Te encuentras mejor? Perdona, creo que me excedí antes y fui demasiado brusco... –trató de rozar mi rostro, pero le aparté la mano de mala manera, al mismo tiempo que evitaba mirarle fijamente –¿Tienes miedo, verdad? No me extraña, pero no tengo intención de hacerte daño.

–¿Qué quieres de mí…? –volví a preguntar, apretando los puños realmente cabreado –¿Qué es lo que eres? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te hizo esas heridas?

–Tsk… –se cruzó de brazos mostrando una sonrisa burlona –¿Por qué de entre todas las personas tiene que ser precisamente un crío tan molesto…?

–¡Eh! ¿Crío? ¿Molesto? –¿pero de qué iba este tío? Insultándome de esa manera… Respiré profundamente y me levanté de la cama, con intención de abandonar la enfermería.

–¿A dónde crees que vas? –sujetó con firmeza mi hombro, impidiendo que pudiese andar. Traté de golpearlo, pero me inmovilizó ambas manos, me tumbó contra el colchón y se posicionó encima, deteniendo también así cualquier movimiento de mis piernas –¿Por qué tiene que ser precisamente tu sangre, la de un mocoso problemático, la que más me atraiga?

–¡Para ya de meterte conmigo! El único molesto que hay aquí eres tú, hablando todo el rato de cosas que no entiendo, despreciándome y tratándome de forma brusca… ¡explícate de una vez! –me observó con el ceño ligeramente fruncido durante un buen rato, lo que me hizo cerrar los ojos con fuerza.

–Sí te lo digo, ¿te vas a callar de una vez? –al mismo tiempo que pronunciaba esa frase, tapó con sus manos mi boca, a lo que no tuve más remedio que asentir –Vale, pues escúchame calladito y no me interrumpas –liberó mis labios de esa opresión y comenzó a hablar –No voy a entrar en detalles sobre mi pasado, o de cómo he llegado hasta aquí y porqué, pero has podido comprobar que no soy normal, soy un ser sobrenatural, un vampiro –sino hubiese visto y sentido sus colmillos, no le creería –nací a principios del siglo XX y fui convertido con 36 años, pero según había escuchado los vampiros sienten verdadera atracción por la sangre de una única persona en toda su vida, de una manera distinta al resto de los humanos, a los cuales usan únicamente para alimentarse y obtener sustento de ellos –de repente dejó de hablar y con cuidado agarró mi muñeca, llevándosela a los labios –y para mí, eres tú, desde el momento en que te probé, no me quito ese aroma y sabor de la mente, me estoy volviendo loco… –aparté la mano de su rostro, mirando ahora a otro lado.

–¿Y si me niego…? No voy a convertirme en tú alimento… –fruncí el ceño, tratando de echarle a un lado.

–No tienes otra opción, una vez probada esa sangre, no puedo dejar de alimentarme de ella, la de otras personas no me satisface ya… –en ese momento sentí las yemas de sus dedos rozar mi rostro –Si por mi fuese no podrías escapar, aunque tu sangre no es lo único que me atrae de ti, ya me entiendes… –eso último me hizo ruborizar. Molesto por ello, acabé dándole un mordisco en la mano, aprovechando su asombro para levantarme y alejarme una vez más.

–Ni se te ocurra seguirme –mientras le amenazaba me pegué a la pared –Si lo intentas me suicido, me tiraré desde la azotea, cualquier cosa antes de convertirme en tu fuente de alimentación –cuando intenté abrir la ventana que tenía a mi derecha, su cuerpo se abalanzó sobre mí, cayendo ambos al suelo –¡Suelta…! –algo rompió el cristal y todos los trozos cayeron, golpeando la espalda del vampiro, ¿qué había sido eso? ¿Me acababa de proteger?

–¿Estás bien? –mientras me preguntaba se asomó para ver qué había sucedido, fuese lo que fuese que vio, no le gustó nada, porque al instante siguiente me cogió en brazos –Debemos irnos, aquí corres peligro. Agárrate bien… –y tras decir eso, saltó por la ventana, me aferré tan fuerte a su cuello que pensé que le iba a estrangular.

–Creo que sí… ¿¡Qué ha ocurrido!? ¿¡Qué ha sido eso!? ¿Una piedra? ¿¡Y por qué has saltado sin previo aviso!? Quieres matarme de un susto... –me cargó a su espalda y echó a correr, a una velocidad que parecía la de un coche.

–No te lo puedo decir con exactitud pero… ¿no vas a preguntarme lo más importante de todo? –me quedé pensativo, sin saber a qué se refería, pero no volvió a hablar hasta que llegamos a la estación de tren más cercana –mi nombre…

–Es verdad… –me bajé de su espalda, mirando ahora intrigado su rostro, parece que el hecho de que se preocupase por mí y me cubriese de esa forma, neutralizó todo el miedo que sentí antes, ¿podía confiar en sus palabras de que no me iba a hacer ningún daño aunque quisiese beber mi sangre? No lo sé, debía ir con cuidado pero… una parte de mí quería saber más sobre él, y eso incluía su nombre– ¿Cuál es?

–Es GACKT, recuérdalo bien –se inclinó un poco para susurrar en mi oído –ya que a partir de mañana seré tu nuevo tutor, pequeño Yamada –atusó mi cabello mientras sonreía ampliamente, pero antes de que pudiera preguntarle como sabía eso, desapareció de mi vista. 

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