Capítulo 01
Un suspiro se escapó de
entre mis labios, ¿quién me mandaba a mí presentarme voluntario para ser el
delegado de la clase? En estos momentos maldecía mi obsesión por ser popular y
querido por todos. Yo, Yamada Ryosuke, estudiante de segundo año de
bachillerato, estaba encerrado en la biblioteca del Horikoshi, el mejor
instituto de Japón, organizando lo que sería en unos meses nuestro viaje de fin
de curso. ¿Y por qué lo hacíamos en segundo y no en tercero? Porque al año
siguiente todos estaríamos demasiado ocupados estudiando para los exámenes de
acceso a la universidad.
–Me pregunto por qué soy
tan estúpido… –no paraba de quejarme, mi malhumor aumentaba por momentos,
aunque me lo tenía bien merecido. Para conseguir que todos me respetasen aún
más, me empeñé en organizarlo yo solo, lo peor de todo es que nadie insistió
para hacerme cambiar de idea o ayudarme… –Es demasiado trabajo para una sola
persona, y encima a nuestra tutora le dieron hace días la baja por maternidad,
¿cuándo demonios piensan contratar a alguien para sustituirla? –entre lamento y
lamento, escuché algo parecido al sonido de un cristal rompiéndose, asustado me
levanté de un salto –¿Qué… qué ha sido eso…? Se supone que no debería haber
nadie más aquí… –un escalofrío me recorrió entero cuando comencé a escuchar
unas pisadas, mi primer instinto fue esconderme bajo la mesa, pero mis piernas
no respondían, el miedo se había apoderado completamente de mí. A medida que
esos pasos parecían más cercanos, sentía como la sangre abandonaba mi cuerpo,
hasta que noté como el pomo de la puerta giraba lentamente. Contuve la
respiración pero, nada ni nadie entró en la sala, en cambió oí un golpe seco,
como si algo pesado hubiese caído de pronto al suelo. Me quedé estático en el
sitio durante largos minutos, solo entonces fui capaz de caminar dirección a la
salida, la curiosidad había ganado a mi primer instinto, hasta que abrí la
puerta.
Entonces lo vi, un
hombre tendido en el suelo, cubierto de sangre y cortes en los brazos. Me
asusté, nunca antes me había encontrado en tal situación, lo primero que hice
fue comprobar que no hubiese nadie más en aquél enorme pasillo, y tras
cerciorarme, tiré con cuidado de él hasta introducirle dentro de la biblioteca.
Cerré la puerta de golpe y traté de sentarle contra ella, apoyando su espalda en
la madera.
–¿Y ahora qué…?
¿Estará…? –¿muerto? Cogí su muñeca, afortunadamente aún tenía pulso. Me puse a
examinarle y cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que, a pesar de la
cantidad de sangre que manchaba su ropa, las heridas eran superficiales. Corrí
a por mi cartera para sacar un pañuelo y fui a mojarlo al baño que había en la
sala, regresando lo más pronto posible al lado de aquella persona. Con sumo
cuidado desabroché su camisa y me deshice de ella, resultándome así más fácil
el poder curarle. Una vez limpié toda la sangre le tapé con mi chaqueta, o eso
intenté –Tsk… apenas le cubre nada… se nota que es un adulto, tendrá como mucho
unos treinta y pocos, pero… ¿qué estará haciendo aquí…? –me quedé embobado al retirar
aquellos mechones morenos que tapaban su rostro –Tan guapo… –meneé la cabeza
para deshacerme de ese extraño pensamiento, pero por alguna razón, era incapaz
de apartar la vista de su atractivo rostro. Hice el intento de rozar uno de sus
pómulos con los dedos, pero entonces abrió sus ojos, de un color azul intenso
como el cielo, y, durante un buen rato, mantuvo su mirada fijamente sobre mí.
Estuvo tantísimo tiempo observándome sin decir nada, que tuve la necesidad de
girar la cara, cohibido. Fue una mala idea, por lo que ocurrió a
continuación...
Aprovechando mi
descuido, extendió su mano y enganchó mi brazo, para después tirar de él hasta
que mi cuello estuvo al alcance de sus labios, los cuales entreabrió al mismo
tiempo que pasaba su lengua por los dientes, dejando ver unos enormes y
afilados colmillos, que hundió en mi piel. Jamás olvidaré aquella sensación, la
primera de todas. Con una fuerza sobrehumana me inmovilizaba por la nuca para
poder beber cada gota de sangre que succionaba de mis venas. No puedo explicar
con exactitud qué fue lo que sentí, nunca nada de lo que había experimentado se
acercaba lo más mínimo, pero era una mezcla de dolor e increíble placer. Tras
un rato, mis piernas fallaron y acabé con una rodilla en el suelo, en ese momento
dejó de beber, pero no me soltó. Un líquido rojizo comenzó a caer desde los
diminutos orificios de mi garganta hasta la clavícula derecha, dejando un
rastro. Sin pensárselo dos veces, ese hombre sacó la lengua y comenzó a lamer
esa zona, haciéndome estremecer. Me aparté furioso y asustado, retrocedí todo
lo que pude en ese momento, mis manos temblaban mientras trataba de cubrir con
el pañuelo la mordedura.
Sin embargo él se limitó
a incorporarse, mirándome en silencio. El miedo me pedía a gritos que abandonase
la biblioteca, que corriese a un lugar seguro y a salvo; él no era alguien
normal, sin duda era la persona más peligrosa con la que jamás me
había cruzado, pero no podía hacer nada, la única salida posible estaba
obstruida por él. Tenía que pensar algo y rápido. Lo único que se me ocurrió
fue lanzarle libros hasta que dejarle inconsciente y poder escapar, así que
corrí hasta la estantería más cercana, pero antes siquiera de rozar la tapa de
aquella enorme enciclopedia, todo se volvió negro y caí inconsciente.
_____
Poco a poco fui
recobrando el conocimiento, me sentía débil, me pesaban hasta los párpados. Me
revolví entre lo que parecían unas sábanas, lo que me hizo abrir los ojos de
golpe. ¿Dónde estaba? Eché un vistazo a mí alrededor, aquella sala resultó la
enfermería.
–¿Qué hago aquí…? –antes
de que pudiese acabar de formular mi pregunta, alguien apartó aquella cortina
que daba privacidad al paciente. Al girarme para ver de quien se trataba, me
quedé sin habla, era él otra vez. Aunque si lo pensaba todo tenía sentido, ya
que estábamos solo los dos en aquel colegio –¿Qué es lo que quieres de mí…?
–reuní todo mi valor para pronunciar esa frase. Sin contestarme, se aproximó
hasta sentarse al borde de la cama, a lo cual yo respondí cubriéndome completamente
con la sábana. No tardó en deshacerse de ella, bajo la luz de la luna pude
percibir como su figura desprendía un aura increíble. Aunque no era nada si la
comparaba con su voz, tan sensual y provocativa que me dejó helado al
escucharla.
–¿Te encuentras mejor?
Perdona, creo que me excedí antes y fui demasiado brusco... –trató de rozar mi
rostro, pero le aparté la mano de mala manera, al mismo tiempo que evitaba
mirarle fijamente –¿Tienes miedo, verdad? No me extraña, pero no tengo
intención de hacerte daño.
–¿Qué quieres de mí…?
–volví a preguntar, apretando los puños realmente cabreado –¿Qué es lo que
eres? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te hizo esas heridas?
–Tsk… –se cruzó de
brazos mostrando una sonrisa burlona –¿Por qué de entre todas las personas tiene
que ser precisamente un crío tan molesto…?
–¡Eh! ¿Crío? ¿Molesto?
–¿pero de qué iba este tío? Insultándome de esa manera… Respiré profundamente y
me levanté de la cama, con intención de abandonar la enfermería.
–¿A dónde crees que vas?
–sujetó con firmeza mi hombro, impidiendo que pudiese andar. Traté de
golpearlo, pero me inmovilizó ambas manos, me tumbó contra el colchón y se
posicionó encima, deteniendo también así cualquier movimiento de mis piernas
–¿Por qué tiene que ser precisamente tu sangre, la de un mocoso problemático,
la que más me atraiga?
–¡Para ya de meterte
conmigo! El único molesto que hay aquí eres tú, hablando todo el rato de cosas
que no entiendo, despreciándome y tratándome de forma brusca… ¡explícate de una
vez! –me observó con el ceño ligeramente fruncido durante un buen rato, lo que
me hizo cerrar los ojos con fuerza.
–Sí te lo digo, ¿te vas
a callar de una vez? –al mismo tiempo que pronunciaba esa frase, tapó con sus
manos mi boca, a lo que no tuve más remedio que asentir –Vale, pues escúchame
calladito y no me interrumpas –liberó mis labios de esa opresión y comenzó a
hablar –No voy a entrar en detalles sobre mi pasado, o de cómo he llegado hasta
aquí y porqué, pero has podido comprobar que no soy normal, soy un ser sobrenatural,
un vampiro –sino hubiese visto y sentido sus colmillos, no le creería –nací a
principios del siglo XX y fui convertido con 36 años, pero según había
escuchado los vampiros sienten verdadera atracción por la sangre de una única
persona en toda su vida, de una manera distinta al resto de los humanos, a los
cuales usan únicamente para alimentarse y obtener sustento de ellos –de repente
dejó de hablar y con cuidado agarró mi muñeca, llevándosela a los labios –y
para mí, eres tú, desde el momento en que te probé, no me quito ese aroma y
sabor de la mente, me estoy volviendo loco… –aparté la mano de su rostro,
mirando ahora a otro lado.
–¿Y si me niego…? No voy
a convertirme en tú alimento… –fruncí el ceño, tratando de echarle a un lado.
–No tienes otra opción,
una vez probada esa sangre, no puedo dejar de alimentarme de ella, la de otras
personas no me satisface ya… –en ese momento sentí las yemas de sus dedos rozar
mi rostro –Si por mi fuese no podrías escapar, aunque tu sangre no es lo único
que me atrae de ti, ya me entiendes… –eso último me hizo ruborizar. Molesto por
ello, acabé dándole un mordisco en la mano, aprovechando su asombro para
levantarme y alejarme una vez más.
–Ni se te ocurra
seguirme –mientras le amenazaba me pegué a la pared –Si lo intentas me suicido,
me tiraré desde la azotea, cualquier cosa antes de convertirme en tu fuente de
alimentación –cuando intenté abrir la ventana que tenía a mi derecha, su cuerpo
se abalanzó sobre mí, cayendo ambos al suelo –¡Suelta…! –algo rompió el cristal
y todos los trozos cayeron, golpeando la espalda del vampiro, ¿qué había sido
eso? ¿Me acababa de proteger?
–¿Estás bien? –mientras
me preguntaba se asomó para ver qué había sucedido, fuese lo que fuese que vio,
no le gustó nada, porque al instante siguiente me cogió en brazos –Debemos
irnos, aquí corres peligro. Agárrate bien… –y tras decir eso, saltó por la
ventana, me aferré tan fuerte a su cuello que pensé que
le iba a estrangular.
–Creo que sí… ¿¡Qué ha
ocurrido!? ¿¡Qué ha sido eso!? ¿Una piedra? ¿¡Y por qué has saltado sin previo
aviso!? Quieres matarme de un susto... –me cargó a su espalda y echó a correr,
a una velocidad que parecía la de un coche.
–No te lo puedo decir
con exactitud pero… ¿no vas a preguntarme lo más importante de todo? –me quedé
pensativo, sin saber a qué se refería, pero no volvió a hablar hasta que
llegamos a la estación de tren más cercana –mi nombre…
–Es verdad… –me bajé de
su espalda, mirando ahora intrigado su rostro, parece que el hecho de que se
preocupase por mí y me cubriese de esa forma, neutralizó todo el miedo que
sentí antes, ¿podía confiar en sus palabras de que no me iba a hacer ningún
daño aunque quisiese beber mi sangre? No lo sé, debía ir con cuidado pero… una
parte de mí quería saber más sobre él, y eso incluía su nombre– ¿Cuál es?
–Es GACKT, recuérdalo
bien –se inclinó un poco para susurrar en mi oído –ya que a partir de mañana
seré tu nuevo tutor, pequeño Yamada –atusó mi cabello mientras sonreía
ampliamente, pero antes de que pudiera preguntarle como sabía eso, desapareció
de mi vista.
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