viernes, 13 de mayo de 2016

My First Love - Capítulo 02


Capítulo 02

No alcanzó ni a rozar su mejilla, ya que aplaqué el golpe y fruncí el ceño bastante enfurecido por el desagradable ambiente que había generado su presencia. Los dos nos observamos agresivamente y apretamos los dientes, no iba a soltarle bajo ningún concepto.

-Kazuya, ¿y este tipo…? –profirió una ligera risotada, tornando después aquella mueca a una mucho más siniestra –veo que no pierdes el tiempo…

-Por favor, márchate Jin… -rogó palidecido y señaló la salida entre escalofríos. No obstante los insultos y gritos se sucedieron, despertando el interés de gran parte del personal hospitalario –no tienes derecho a pedirme una aclaración… 

-¡Si vuelves a mí ya será demasiado tarde! –advirtió en un tono amenazante –no te miraré de nuevo a la cara… -las lágrimas de Kamenashi recorrieron sus pómulos.

-¿Kazuya…? –agarré firmemente su brazo, infundiéndole algo de coraje. Poco después aquel energúmeno se marchó, golpeando cada obstáculo que se interponía en su camino –Kazuya, tranquilo, ya se ha ido… -deslicé la mano por sus mejillas enrojecidas, encargándome de secarlas cuidadosamente. 

-Gracias… -sin embargo su llanto no disminuyó. No entendía muy bien qué debía hacer para consolarle, ni si quiera conocía el motivo de su dolor. Sólo me senté a su lado y froté aquellos pequeños y helados dedos, acariciándolos hasta que entraron de nuevo en calor –ese… -musitó, quedándose casi sin voz –era mi novio, Jin… -sentenció finalmente. Al escuchar tal declaración, una profunda punzada perforó mi pecho, ¿tenía pareja?

-¿Novio…? -me reí, aunque era obvio que no me apetecía hacerlo en absoluto.

-Lo siento, pero te lo puedo explicar… -no accedí a ello. Rápidamente me aparté, menospreciando cualquier intento de acercamiento por su parte. 

-¿Soy el único que ha sentido algo durante los días que hemos pasado aquí…? –el sollozo de Kamenashi regresó y aunque pretendió hablar no se lo permití –el error es mío, creí que tú eras distinto… 

-Tomohisa… -le escuché pronunciar mi nombre con un apenado susurro –Tomohisa, espera, no es lo que tú crees… -no obstante me fui sin mirar atrás. Era la traición más despiadada que había sufrido jamás, fui sólo un juguete para él -¡Tomohisa! –chilló sin cesar y cayó de golpe al suelo, todavía incapaz de andar.
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Pasaron una semana, dos, tres… y acabé perdiendo la cuenta del tiempo en que estuve solo y triste. Mi rutina se tornó en un desdichado día a día, no contaba con su compañía, con el apoyo de la única persona que se había parado a escuchar mis más ocultos secretos. Estuve a punto de rendirme e ir a verle, pero mi insolencia lo impidió. Me pregunté si habría estado llorando igual que en nuestro último encuentro o si me habría buscado, pero pronto me negué a seguir meditando al respecto. Custodiaría de nuevo mis sentimientos para así dejar de sufrir definitivamente. 

Permitía que mis penas se ahogasen en alcohol hasta que la melodía de mi móvil me distrajo, vibrando potentemente en el bolsillo del vaquero. Tal vez un halito de esperanza se reflejó en mi rostro al especular que sería él, pero desgraciadamente ese gozo fue corto. Descolgué a regañadientes, era consciente de quien se ponía en contacto conmigo, el nombre se revelaba en la pantalla del teléfono. Una sacudida tensó mis extremidades, no me había preparado para enfrentarme a tal reto.
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Salí del bar y me dirigí a la plaza más cercana, punto del temido encuentro. Esperé varios minutos sentado en uno de los solitarios bancos, hasta que el eco de unos tacones resonó, llamando por fin mi atención. Allí estaba, allí estaba otra vez. Logré levantarme y ella se mantuvo decidida frente a mí, sin embargo una expresión de melancolía apareció en su agraciado semblante. Mentiría si dijese que no me conmovió oler su perfume, el cuál tantas noches aprecié más de cerca. Ambos nos aproximamos y tras un intervalo sin habla, pronunció.

-Hola, Tomohisa… -de reojo divisaba el movimiento de sus nerviosas manos, todavía callado –han pasado… 

-Dos años –interrumpí al distinguir su inseguridad, concretando la información.

-Cierto, dos años ya… -su ligera risa me estremeció, logrando que desviase la vista finalmente.

-Keiko, ¿qué quieres…? –la aparente ilusión que sentí al principio se terminó esfumando, permitiendo que el abatimiento y la rabia se apoderasen lentamente de mí. Terminar pronto la amarga charla era mi objetivo. 

-Tomohisa, vuelve conmigo, por favor… -mis ojos se abrieron en demasía, ¿había escuchado correctamente? –sabes que he pretendido no atosigarte y dejar que tus heridas sanen, es difícil, aunque creo haberlo conseguido, pero ya no puedo más… 

-¿Te burlas de mí…?

-¡Por supuesto que no! –elevó la voz y en un descuido sujetó mis rígidas muñecas –he cambiado, sé que fui una completa estúpida… 

-Keiko… -repetí su nombre y tiré para soltarme del agarre por todos los medios. Ante mi negativa, ella se aferró a mi cuello, fundiéndonos los dos en un duradero abrazo.

-Te quiero, no he podido olvidarte y te juro que en este momento te extraño más que nunca… -aquellos suaves y pintados labios se posaron sobre los míos, pero no hubo respuesta por mi parte. Mis párpados iban a cerrarse y me zafé alertado, pude retroceder un par de pasos y me cubrí la boca –regresa a mi lado, Tomohisa… -insistió.
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Un resoplo de pesar se escapó de sus adentros, revelando el decadente estado de ánimo que le asolaba. Sus ojos tristes seguían el vuelo de los pájaros que se posaban cerca de la valla, tal vez deseando poder ser libre también, igual que ellos. Recostado en el tronco de un árbol y cobijado bajo su sombra, se mantenía despierto a pesar de sus ganas inmensas por dormir, por caer en un sueño y revivir la imagen de su añorado Yamashita.

-Kazuya… -mi sombra ocultó de repente los escasos rayos de luz que recibía. Fue necesario que parpadease un par de veces hasta que tuvo claro que estaba allí, justo delante de él.

-¿Tomohisa…? -se incorporó boquiabierto. Me costó un poco tomar la iniciativa y al cabo de un rato llegué a situarme muy cerca de él, tanto que mi vello se erizó al rozar mi brazo contra el suyo. Los dos nos contemplábamos con calma, sin necesidad de hablar para entender lo mucho que habíamos padecido durante la ausencia del otro. 

-Verás, yo… -puso un comienzo a la expectante conversación, pero mi dedo índice que se ubicó encima de sus labios evitó que continuase. 

-Sólo necesito saber algo… -mi mano comenzó a rozar su nuca y creí que me volvería loco al recordar la textura de su piel. Él me miró curioso, hasta que un ligero murmullo logró hacerse paso por mi atorada garganta -¿vas a corresponder mi amor por ti o dejo de luchar…? –al principio me asustó el hecho de que no respondiese a la pregunta, pero el profundo sonrojó de sus mofletes fue suficiente para que mi lengua se adentrase en su boca. Su dulzón aroma, el sabor de su saliva y su aliento, me alteraban hasta el límite de hacerme enloquecer. Tras una extensa pausa en la que respondió a mi ataque torpemente, nos distanciamos, confirmando que el deseo no era unilateral. 

-Te debo una disculpa y no tendré la conciencia tranquila hasta que oigas mi versión… -se preparaba para contarme la historia que poco después me afligiría y se quedó ausente en sus propias reflexiones, tal vez rememorando lo ocurrido con un estremecimiento atroz. 

- Flashback –

Aquella noche lluviosa, Kamenashi se dispuso a regresar pronto a casa. Por el camino portaba una caja de tamaño reducido bajo la chaqueta y aceleraba el paso a medida que se acercaba a su ansiado destino. Esquivaba los charcos y sostenía con esfuerzo el paraguas, evitando que dicho artilugio quedase a merced del viento. Su espléndida sonrisa era el resultado de un importante acontecimiento para él, el primer aniversario que cumplía con su pareja.

No se demoró mucho más y subió deprisa los escalones. En cuestión de segundos llegó hasta la puerta y con el mayor de los disimulos la abrió. Caminó en silencio y a oscuras por la estancia, y una vez tuvo a su disposición el interruptor se decidió a encender la luz, aunque fue innecesario. El estruendo de una inminente tormenta retumbó y la iluminación de un potente rayo le permitió ver la realidad. En el sofá, su novio degustaba una boca que no era la suya, enredaba los dedos en el cabello de otro varón y tenía sexo con un completo desconocido para él. No logró emitir ningún sonido, se limitó a buscar sujeción en una pared próxima mientras seguía vislumbrando la escena.

Akanishi hizo un alto en sus acometidas y se giró tras escuchar un ruido, allí halló a Kamenashi, detrás de su propia espalda, con el rostro blanquecino y los ojos desorbitados.

-Kazuya... –no disponía de una excusa lo suficientemente creíble. Se colocó la ropa y quiso salir corriendo tras el damnificado, pero ya era tarde. 

Kamenashi abandonó el apartamento apresuradamente y por el camino dejó caer el presente que pretendía ofrecer a su hasta entonces pareja. No le costó contener las lágrimas, la confusión le impedía sumirse en un total desconsuelo. Sólo huía, impulsado por el dolor y la ira. No se dio cuenta, pero la niebla limitaba su agudeza visual y acabó cruzando la carretera. El semáforo en rojo no fue suficiente para frenar su avanzada y se atrevió a cometer la locura que sentenciaría su futuro. Una moto chocó contra él y su entumecido cuerpo acabó tirado en la calzada, inmóvil, lastimado, ensangrentado. Miró hacia el negro cielo y sintió la humedad impregnar su cara. No había rastro alguno de la lluvia que le acompañó hasta casa, se trataba de su llanto reprimido, que fue liberado. Se alegró de tal desgracia y deseó morir, acabar con el sufrimiento del engaño, de la infidelidad, pero su porvenir sería distinto al que creía. 

- Fin del Flashback - 

Mi respiración se cortó y la amarga risa de Kazuya me conmovió, ahora ordenaba en mi mente los hechos. No esperé más y tuve que abrazar a aquel chico de forma afectuosa, ansiaba permanecer así, pegado a él.

-Llamé a Jin en innumerables ocasiones para aclarar la situación, y es que salvar la relación era ya imposible… -la brisa despeinó su pelo y me quedé hipnotizado por el brillo que desprendía –la gente que me rodeaba me avisó, los rumores que me hicieron llegar algunos de sus amigos me alertaron de varias posibles traiciones, pero Akanishi siempre lo negó, nunca reconoció la evidencia de sus actos y yo ciegamente deposité mi confianza en él… -por primera vez en mi existencia, me sentí identificado con alguien. 

Rememoré mi pasado, el teléfono sonando, a Keiko charlando con alguien en la intimidad de nuestro cuarto, sin percatarse de mi presencia al otro lado de la pared. Sus risas descaradas cada vez que afirmaba lo poco que me amaba y lo interesada que estaba en el dinero de mi familia, su maldad al ratificar el placer que encontraba en los brazos de otros hombres. 

Lamentablemente me equivoqué y retomar la relación tóxica que me hizo desconfiar en los demás, no era la mejor elección para mí. Ahora disponía de una nueva oportunidad, tal vez la definitiva, ansiaba ser feliz y por encima de todo, hacerle feliz a él. Besé la frente de Kamenashi y decidí sonreír de verdad, decidí ser yo mismo.
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Al cabo de unos meses, Kazuya recibió por fin el alta hospitalaria. Diariamente acudía a rehabilitación y progresivamente fue recuperándose. Los dos discutimos los pros y los contras de empezar a convivir juntos y nos lanzamos a la aventura, nerviosos e inseguros, aunque felices e impacientes por igual. Acudí con Kamenashi al apartamento que antiguamente compartió con su pareja y recogimos sus pertenencias. Jin no puso impedimento alguno y cabizbajo aceptó la decisión, comprendiendo que ya era tarde para reparar su fallo.

Yo dejé de demandar el cariño de cualquier desconocida y aparté mi fama de soltero mujeriego. Tiré el anillo de pedida de Keiko a la papelera y borré su número de mi agenda. Nos instalamos en mi piso y traté de colmar a Kazuya de caprichos y consentimientos. 

-Detente, ya te lo he dicho, no puedes cargar con tanto peso… –regañé por enésima vez a Kamenashi, que trasladaba sus bártulos desde una punta de la sala a otra. 

-Claro que puedo… -estuvo a punto de tropezarse, pero me anticipé al probable incidente y sujeté sus caderas con firmeza.

-Detesto que no me hagas caso… -pero si me dedicaba aquella mueca traviesa me resultaba complicado enfadarme con él.
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-Ya falta poco… -anduve con los ojos vendados y guiado por Kazuya, me impacientaba tanto secretismo –hemos llegado, Tomo –retiró el pañuelo y me costó recobrar el sentido de la vista un par de segundos. Me acostumbré al destello de la mañana y contemplé absorto el aspecto de mi antigua moto. Ya no tenía aquella apariencia destartalada del accidente, ahora lucía radiante, sin abolladuras ni arañazos.

-¿La has arreglado…? 

-¿Damos una vuelta? –y sin más dilación se puso el caso y me entregó otro a mí. Dejé atrás mi temor y monté. Él también se sentó en la parte trasera y sus brazos envolvieron mi cintura. Arranqué el motor, listo para emprender un valioso viaje.

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