lunes, 1 de agosto de 2016

El País de las Pesadillas - Capítulo 05


Capítulo 05

–¿Te encuentras bien? –me sorprendí al ver que sus ojos, rojos como la sangre, me observaban fijamente mientras que su mano recorría preocupado una de mis mejillas– se me había olvidado comentarte algo, así que vine de nuevo… sin embargo, como parecías estar durmiendo plácidamente, me daba cosa levantarte. Así que me quedé un rato a tu lado… cuando de repente me fijé en que algo iba mal, empezaste a sudar y tu rostro se contrajo expresando dolor… Por lo que no lo dudé más y decidí despertarte, ¿acaso tuviste alguna pesadilla? –en ese momento, un intenso dolor en el abdomen me recordó la escena con Nishikido y cómo había intentado acabar con mi vida.

 –Yamashita-kun… – bajé la mirada cuando noté como mi camiseta se llenaba de sangre, ahora sí que no tenía ninguna duda, si no hubiese sido por él, habría muerto en el acto. A mi parecer la herida no era tan grave, pero incluso si tuviese la suerte de sobrevivir a este corte, aún tenía que encontrar una solución a mi cansancio acumulado.

Había comprobado que solo podía dormir en mi mundo, y allí no había nadie que me salvase de Ryo. Estaba más que claro que cuando apareciese, nada le haría detenerse hasta obtener mi cabeza. La simple idea hizo que temblase. La única forma que se me ocurría para escapar de él era mantenerme despierto aquí, pero eso solamente evadía el problema temporalmente. Y es que necesitaba urgentemente dormir en Japón. Esto era como el pez que se muerde la cola, y es que no aguantaría demasiado si la situación se mantenía así mucho tiempo. ¿Cuánto sobrevive el ser humano sin dormir? ¿Siete días? ¿Dos semanas? No creo que más que eso. No me quedaba otra, tenía enfrentarme a él yo solo o sino…

En mitad de mis delirios, Tomohisa notó que algo le ocurría a mi cuerpo, y rápidamente abrió mi chaqueta, descubriendo así esa enorme herida.

–¿¡Cómo te hiciste eso!? –antes siquiera de que le diese una respuesta, me tumbó por completo en la cama y abandonó la habitación en busca de algo. No me extrañaba que reaccionase de esa manera, la verdad es que desconocía por lo que estaba pasando, ya que aún no le había contado nada de mis extraños viajes entre los dos mundos. Sin duda tenía que chocarle la idea de que cada vez estuviese más cansado. Él creía que cuando cerraba los ojos dormía pero, ¿cómo no iba a pensar eso? Lo extraño era no hacerlo, ¿qué me estaba ocurriendo? ¿Algo andaba mal en mí?– que raro… parece reciente… –estaba tan inmerso en mis pensamientos que no noté que había regresado con una caja de primeros auxilios– es como si… te hubieses cortado mientras dormías… –elevé un brazo para taparle la boca y evitar que siguiese hablando, realmente era demasiado perspicaz.

–Te equivocas, seguramente debí hacérmelo… cuando me caí en el bosque, en ese momento no era nada… pero… –le respondí en un susurro, dándome cuenta de que mi voz se escuchaba terriblemente mal. Realmente no quería preocuparle, y recé para que mi excusa fuese lo suficientemente creíble– quizás… con la pesadilla… me moví tanto que… se acabó abriendo… –me observó durante un rato y sin decir nada empezó a desinfectar la herida.

–La anestesia evitará que te duela… –iba a aceptarla, no quería seguir sintiendo dolor hasta que caí en lo que significaría que me durmiese por completo.

–¡No! Por favor… quiero estar consciente… eso… me hará más fuerte… –fue lo primero que se me ocurrió, su rostro estaba desconcertado ante mi petición, pero acabó aceptándola con pesar y me dio una toalla para que la mordiese. Mientras me cosía hubo momentos en los que pensé que acabaría desmayándome, fue horrible. Por suerte su intervención había sido perfecta e inmediata, pudiendo evitar así que no perdiese demasiada sangre. Además, el daño que la herida abierta me producía desapareció, dejándome simplemente con un gran malestar.

 –Lo mejor ahora sería que tomases un baño… –observó mi torso, evaluando después las expresiones de mi cara, de nuevo volví a sonrojarme– Tal vez eso consiga aliviarte un poco, te sentará bien –tras pensarlo unos segundos, asentí y, sin ningún esfuerzo, cargó conmigo en brazos hasta el pequeño servicio, al lado del dormitorio. Durante el trayecto intenté bajarme, en esos momentos le daba demasiada importancia a cualquier roce que pudiese mantener mi piel con la suya. Pero obviamente, no pude oponer demasiada resistencia, ya que me encontraba muy débil como para rebelarme y Tomohisa… él era muy fuerte. Me bajó al suelo y llenó la bañera de agua– Dejaré que te cambies, si quieres algo estaré… –no pudo terminar de hablar ya que me abracé a él por la espalda con las pocas fuerzas que tenía.

–No me dejes solo… –le supliqué realmente aterrado. Temía volver a quedarme dormido si él se alejaba de mí– A parte… no sé si seré capaz de hacerlo sin ayuda… –me ardían las mejillas y mi corazón latía con fuerza. Él esperó durante unos segundos a ver si cambiaba de opinión, estaba atónito tras oírme pedirle eso. Y eso no me sorprendía, hace unas horas no quería ni que me tocase, y ahora le rogaba lo contrarío, deseaba que se mantuviese a mi lado. Cerró sus ojos y se deshizo rápidamente de la camiseta que llevaba puesta. Cada roce suyo me hacía estremecer y mi piel pagaba las consecuencias, erizándose al instante. Sus manos eran realmente hábiles, a pesar de no contar con uno de sus sentidos desabrochó mis vaqueros azules en un santiamén. Únicamente me quedaron puestos los bóxers negros que se ajustaban demasiado a mis partes. Todos sus actos me hicieron olvidar el malestar producido por la herida– Gracias… –susurré avergonzado, estar prácticamente desnudo frente a él me hacía sentirme cohibido, aunque no estuviera mirándome.
_____

–¿…Ryosuke? –el príncipe pasaba la mano por delante de la cara del aludido, intentando que le prestase de esa manera algo de atención. Su fiel amigo dio un bote asustado, mientras guardaba aquello que tenía en su mano.

–Perdona Takaki… ¿dijiste algo? –se excusó el más pequeño, haciendo una enorme reverencia, pero Yuya negó enseñando todos sus dientes en una amplia sonrisa. Le quitó el sombrero blanco de su cabeza, y dejó a la vista sus pequeñas orejas blancas de conejo. El joven rápidamente se apresuró a recogerlo, tapando de esa forma aquella “deshonra” que podía costarle la pena de muerte– Yo… –miraba a todos lados, con temor de que alguien más lo hubiese visto.

–No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo porque no quiero que te alejen de mi lado… –comentó mirándole fijamente, se podía notar la tristeza en sus palabras. Yamada se puso de puntillas y le rozó con la mano la mejilla, consiguiendo que el pelirrojo sonriese de nuevo.

–Gracias –ambos se miraban sonrientes, Takaki no recordaba con claridad el reinado de su padre. Desde que tenía uso de razón había estado siempre en el castillo y rara vez le dejaban salir a la ciudad, jamás había salido del reino. Vivía totalmente engañado y nadie se atrevía a contarle las verdaderas acciones de su hermano, por miedo a ser ejecutados. No conocía ninguna de las leyes de su tierra, lo único que le habían contado es que los dobutsu eran seres que debían habitar en los bosques, que eso les hacía felices. De hecho creía que habían sido ellos mismos los que abandonaron la ciudad para ser libres. Por eso temía que su único amigo le abandonase también, o se lo llevasen lejos si descubrían que no era un humano.

–Te envidio, Ryosuke –el pequeño le observó desconcertado– A mí me parecen geniales esas orejas, no deberían ser un símbolo de vergüenza –opinó entre risas, consiguiendo relajar el ambiente al instante. Yamada sabía que el joven príncipe era alguien con un buen corazón, tan puro e inocente que desconocía el significado de la palabra mentira.

–Démonos prisa, tenemos que reunirnos con Akanishi-sama –dijo apurado mirando su enorme reloj de bolsillo, empujando por la espalda a Yuya– Parece ser que quiere hablar contigo de algo urgente y estamos aquí perdiendo el tiempo… cómo se entere de que te he entretenido… –Takaki agarró la manga del pequeño, llevándole a rastras corriendo por los pasillos.

–No pasará nada, mi hermano es alguien muy compasivo, además no dejaré que le ocurra nada a mi amigo –habló firmemente haciendo que Yamada se sintiese protegido por aquél chico, el cual nunca se oponía a lo que dijese el rey.

–Hoy te levantaste de buen humor, ¿verdad? –un sonrojo apareció en su bello rostro, provocando que se detuviese de golpe y haciendo, de esta manera, que su sirviente se chocase contra su espalda.

–Soñé con Jin… y fue… tan extraño, –su interlocutor le miró curioso ante aquellas palabras– ya que parecía un dejà vu, como si fuese un recuerdo mío, a pesar de que nunca me he alejado del reino, ni tampoco me he adentrado antes en el bosque… pero… me sentí protegido –tocó inconscientemente su mejilla, mirando a la nada– y aunque no pude distinguir del todo su rostro, se veía igual que él… –le mostró su brillante dentadura, abriendo la puerta que daba con el aposento de su majestad.

–Ése era… –pero su compañero ya no le escuchaba, había entrado dentro y cerrado tras de sí la puerta, dejando al pequeño Yamada con la frase sin completar.
_____

–Ya está llena –dijo con los ojos aún cerrados y colocó la mano a unos diez centímetros de distancia del agua. Al cabo de unos segundos, aprecié como la estancia se llenaba de vapor, y del contenido de la bañera salía un humo casi transparente. Me quedé sorprendido.

–¿Qué es eso…? –pregunté desconcertado, quedándome sin habla. Estupefacto sentía como la temperatura de la habitación iba en aumento.

–Shh… –posicionó un dedo sobre sus labios, mandándome guardar silencio– Es un pequeño secreto. La verdad es que cada ser vivo nacido en este mundo, ya sea dobutsu o humano, posee un cierto tipo de poder y yo no soy una excepción de ello. Aunque jamás lo he mostrado a otra persona, mi elemento es el fuego, soy capaz de controlarlo a la perfección, pero no se lo cuentes a nadie –dijo con una sonrisa provocativa, sin abrir los ojos. Al instante comprendí que el color de éstos se debía a su don– Ven –tendió sus manos en mi dirección y las agarré tembloroso mientras me acercaba a paso lento– ¿Puedes quitarte la ropa interior o también debo…?

–¡Lo haré yo! –corté su frase, realmente sonrojado y alterado. Me dio la sensación de que disfrutaba más de lo que parecía con esta situación, porque no pudo evitar echarse a reír. Muy despacio, y temiendo que abriese los ojos, me despojé de mis calzoncillos, metiéndome en la bañera con su ayuda. Rápidamente agarré un bote de jabón para esparcirlo por el agua y, una vez que conseguí que la superficie estuviese cubierta por una capa de espuma, volví a hablar– ya puedes… mirar.

–Perfecto –me observó con una tierna sonrisa, ya no sentía miedo de ese color porque conocía la verdad, él no era el asesino de mi familia ni tampoco ese intenso rojo era debido a la sangre como pensaba al principio, sino a las llamas. Mientras mi mente viajaba y abandonaba mi cuerpo, se echó champú con olor a fresa en las palmas de sus manos, y, segundos después, comenzó a frotarlas contra mi pelo. Mis labios dejaron escapar varios sonidos de confort. Ya desde crío había sentido demasiado placer cuando me daban masajes en la cabeza y su increíble habilidad me hacía disfrutarlo más. De vez en cuando mojaba mi cabello, para poder seguir lavándolo. Mi boca permanecía entreabierta, permitiendo salir de ella todo el rato jadeos bastantes vergonzosos. Cuando vi como agarraba la pastilla de jabón para frotar mi cuerpo, agarré su mano– ¿Qué…? –pronunció molesto.

 –De esto… me encargaré yo… gracias –se lo arrebaté de las manos mientras escondía mi rostro en el agua, completamente rojo.

–Bueno… –despacio se volvió a incorporar –ya veo que no necesitas más mi ayuda, estaré fuera –expresó serio dándose la vuelta, pero antes de que abandonase la estancia, hablé de nuevo.

–Pero… no podré salir si no me sostienes –susurré bajito demasiado tímido, y, como todo un caballero que era, esperó a que terminase de eliminar cualquier rastro de suciedad que hubiese en mi cuerpo. Pasé el jabón con mucho cuidado por la cicatriz, el mínimo roce me hacía apretar los dientes de dolor. Me costó bastante limpiarme ciertas zonas ante su presencia, pero aún fue más difícil evitar hacerlo pensando en él. Cuando acabé se giró con una sonrisa, mirándome fijamente a los ojos. Me ayudó a incorporarme y me envolvió en toallas para después dejarme de pie sobre una de ellas. Como pude me aferré a sus musculosos brazos.

–Que piel más bonita… –solté un grito de sorpresa, entonces me observó desconcertado, cómo si no se hubiese dado cuenta de que había hecho ese comentario. Ruborizado negué con las manos, intentando evitar de esa manera que notase mi vergüenza– ¿Te sientes mejor? –me preguntó a la vez que secaba mi cabello con mucha dulzura, después hizo lo mismo con mi espalda y el torso. Fue aún más cuidadoso al pasar la toalla por la herida. Lentamente se agachó secando mis piernas. Estaba tan concentrado en sus roces que me olvidé por unos minutos de cómo hablar. Nuestras miradas volvieron a encontrarse cuando empezó a atender esa zona en particular. Nadie jamás me había tocado ahí, mi cuerpo temblaba de arriba abajo, me recorrían escalofríos y mi piel estaba completamente erizada. Rodeé su cuello con los dos brazos para no caerme. Suponía que tendría un aspecto lamentable, las mejillas completamente rojas, los ojos entrecerrados y mis labios… ligeramente mojados y abiertos... ¡Estaba completamente excitado! Lo peor era que además sentía que mi pene empezaba a crecer por culpa de sus movimientos.

–Ah… –entonces sin pensarlo dos veces quise devolverle el favor– cierra los ojos… –susurré y a sabiendas de que me haría caso, me puse de puntillas. Fui totalmente consciente de como se tensaba ante el roce de nuestras pieles– confía en mí… –pronuncié de forma sensual contra su oreja, logrando que sus músculos se relajasen por completo. En ese mismo instante posé mis labios sobre los suyos. Aún no entendía cuales eran exactamente mis sentimientos por Yamashita, pero esa sensación, la de nuestras respiraciones haciéndose una, fue espectacular. Debido a ello, no podía limitarme simplemente a ese leve contacto, eso no me bastaba, así que agarré su cabello entre mis dedos y convertí el beso en uno aún más apasionado. Me llevé una gran sorpresa cuando lo aceptó y correspondió con la misma intensidad, ya que estaba preparado para ser rechazado por él. Sin embargo, me atrajo contra su cuerpo por el trasero e introdujo su lengua en mi boca. Pude sentir como su saliva, la cual me parecía deliciosa, se fundía con la mía. Nuestras lenguas no tardaron en hacer lo mismo, conociéndose meticulosamente con el movimiento de ambas. Sus caricias me hacían perder la cabeza. Acalorado, y un poco agotado por el esfuerzo, tuve que deshacer nuestra unión para coger aire. Me separé solo un par de centímetros y pude apreciar como una fina línea de saliva conectaba nuestras bocas. Debido a que tenía su rostro muy cerca, notaba cómo mi corazón bombeaba con fuerza dentro del pecho– Esto fue… una muestra… de toda mi… gratitud… por haberme… ayudado tanto… y por… ocuparte de mí… –sonreí tímidamente, comprobando que no era el único ruborizado. Y, tras echarle una mirada llena de deseo, abandoné la habitación.
_____

Tal y como Tomohisa había indicado, Shigeaki siguió a escondidas a Koki, puesto que él era el único capaz de descubrir su paradero gracias a sus poderes mentales. Realmente el escurridizo felino era un gran reto para la liebre, pero eso solo hacía que su motivación creciese considerablemente.

–Lo he vuelto a perder… –se quejaba mientras se apoyaba en el tronco de un árbol, a las afueras del bosque que daba con la entrada al reino de Akanishi. A veces él solo no era capaz de seguirle el ritmo porque de repente desaparecía y era incapaz de conocer cuál era su actual posición, pero gracias a la ayuda del vidente, le volvía a localizar.

“Continúa recto Shigeaki, Koki se encuentra justo en frente de ti, a unos tres kilómetros de distancia” –hablaba una voz dulce dentro de su cabeza, que le hacía perder el sentido en más de una ocasión.

–¿Estás seguro de ello, Nakamaru? –algo no dejaba de preocuparle mientras se agarraba nervioso una de sus orejas.

“No hay ningún error en mi predicción, de hecho acaba de detenerse. Parece que ha llegado a su objetivo” –mientras Yuichi intentaba identificar las imágenes borrosas del lugar exacto de la posición de Tanaka, Kato habló con miedo, puesto que solo había una ciudad a esa distancia.

–Por favor… dime que no se encuentra allí… –rezaba con todas sus fuerzas estar equivocado, él no podía ser un traidor. Pero Nakamaru ya era capaz de ver claramente a Koki y todo lo que rodeaba a éste.

“Me temo que tus suposiciones son ciertas. Nuestro camarada está en el interior del castillo de Jin.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario