De nuevo me despertaba sobresaltado, una noche más que debía permanecer en vela. Mi cuerpo temblaba y no lograba recobrar el aliento. Una oscura y siniestra pesadilla me asaltaba cada madrugada, a la misma hora, y se repetía sin cesar. El protagonista de tan desafortunado delirio no era otro que mi mejor amigo, la persona que más me importaba.
-Maldita sea… -hice un chasquido con la lengua. Decidí mirar
el reloj que colgaba en la pared, y efectivamente, señalaba una vez más las
2:00.
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-Toma -llamó mi atención Yamashita. Un potente escalofrío
recorrió mi espalda, y es que no esperaba encontrarme con él en ese momento -ya
he terminado la sesión de fotos y estoy libre, ¿te apetece venir conmigo a
beber a algún local de la zona?
-¡No! -elevé la voz. Mi acompañante me observó asombrado,
tal vez le disgustó recibir una negativa tan rotunda a su propuesta -lo siento,
hoy estoy ocupado…
-Hace mucho tiempo que no salimos juntos… -pronunció. Acto
seguido apoyó el brazo sobre mis hombros y me atrajo contra su torso. Un
intenso rubor cubrió mis pómulos, no podía oponerme.
-De acuerdo… -afirmé finalmente. Yamapi sonrió satisfecho y
abandonó primero la sala.
No dejaba de recordar el terrible sueño que originaba mis
profundas ojeras. Temía contarle a Tomohisa que él era la victima de mi
subconsciente, que su silueta ensangrentada yacía a diario sobre el asfalto,
inerte, sin signo alguno de vida. Quería llorar y anhelaba hallar la manera de
descansar por fin.
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-¿Estás bien…? -había bebido de más, pero no era el único.
Yamashita vaciaba su tercera jarra de cerveza, no obstante, por su aspecto y
comportamiento no aparentaba estar borracho. Mi caso era todo lo contrario, me
trababa al hablar, no me enderezaba correctamente en el taburete y acabé
recostando la cabeza en la barra -voy a acompañarte a casa, ¿debería llamar a
alguien para que venga a recogernos?
-Yamapi… -susurré de repente -¿puedo dormir en tu casa…?
-necesitaba consuelo y un poco de cariño.
-Por supuesto… -dijo él. Ni si quiera se molestó en comentar
nada más del tema, con sólo mirarme comprendió que algo me ocurría.
Salí del bar tambaleándome, pero gracias a su ayuda conseguí
mantenerme en pie. Nos quedamos callados durante el resto del trayecto, y una
vez el semáforo se puso en verde, cruzamos la carretera. Mi vista se desvió y
vi la hora que marcaba su reloj de digital, las 2:00.
Un coche se dirigía hacia nosotros a toda velocidad y por
fin entendí que no se trataba de una pesadilla, sino una premonición. Empujé a
Tomohisa bruscamente y a punto estuve de ser atropellado. Por suerte esquivé el
vehículo y únicamente sufrí las consecuencias de fuerte impacto en la rodilla
izquierda.
Yamapi y yo nos contemplamos angustiados. Mi pierna sangraba
y él sollozaba. No recuerdo mucho más de aquel momento, sólo sé que sonreí,
satisfecho por haber cambiado el trágico destino que le amenazaba.
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