lunes, 20 de marzo de 2017

El País de las Pesadillas - Capítulo 06


Capítulo 06

Tras el enorme ventanal que daba al interior del castillo se encontraba Koki. Sus ojos amarillentos examinaban con exaspero la situación, buscando ansioso a quien le había contactado. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro al ver como el pequeño Yamada se acercaba hasta su posición, y en solo un instante apareció a su espalda.

–¿Le ha ocurrido algo a…? –la mano de Ryosuke le hizo callar al colocarla sobre su boca. Tras eso se llevó al malhumorado Tanaka a un escondite seguro, ya que varios guardias se aproximaban a su posición.

–Por favor… hay que tener sumo cuidado… recuerda dónde te encuentras… –apartó la palma ante su severa mirada –si descubren que un dobutsu se ha infiltrado en el palacio, toda la guardia imperial irá tras de ti para darte caza… y más tratándose de la mano derecha de Yamashita-kun… –la verdad es que la simple idea de imaginar eso le hacía temblar. En cambio a su compañero no parecía importarle ese asunto.

–Vives siempre con miedo… deberías tomarte un descanso. Además, recuerda con quien estás hablando –a medida que sus palabras eran escuchadas por el pequeño conejo, el cuerpo del gato iba desapareciendo lentamente –antes deberían ser capaces de atrapar al Señor –comentaba riéndose levemente.

–Es que tú eres demasiado despreocupado… –susurró mientras Koki volvía a aparecer observando su alrededor bastante preocupado.

–Respecto a la llamada… –nada más escuchar eso Ryosuke sacó de su bolsillo el reloj dorado que siempre llevaba encima, cerciorándose de esa manera del tiempo que llevaba el joven príncipe reunido con el emperador.

–Tengo un mal presentimiento… y solo podía contártelo a ti… –hizo una pequeña pausa para coger aire y ordenar sus ideas –no sé que estará tramando Akanishi… pero exigió urgentemente verse con Takaki… –tras oír ese nombre, la expresión de Koki cambió drásticamente.

–¡Yo mismo mataré a Jin como ose poner una mano encima de Yuya! –el muchacho tuvo que esforzarse demasiado para contener el enfado del felino, el cual incluso hasta bufaba de ira.
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–Hermano… ¿está hablando en serio? –preguntaba con mucho respeto el pelirrojo, después de haberse incorporado de su asiento, con las manos apoyadas sobre la mesa que les separaba a ambos. El emperador se ausentó también de su sillón y caminó despacio hasta colocarse delante de su pariente.

–¿Crees que sería capaz de mentirte, Yuu? –susurró con una voz tierna, acariciándole la mejilla e inclinándose para poder mirarle fijamente a los ojos desde cerca, cosa que desorientó bastante al menor.

–Cla…claro que no lo harías, porque eres demasiado bondadoso… como para hacerme algo así… –decía con un hilo de voz, tragando saliva ya que se estaba empezando a alterar por su proximidad. Antes de que Akanishi acortase aún más la distancia, su hermano pequeño se alejó de un salto mientras elevaba el puño energéticamente –¡Por fin podré ver el mundo exterior! Confía en mí… Jin… –le nombró tímidamente mientras miraba a otro lado –Conseguiré hacerme más fuerte para algún día cumplir la promesa que te hice de pequeño –eso último le pilló desprevenido, pero sin importarle el hecho de desconocer a qué se refería, fingió una sonrisa tierna y asintió.

–Sé que la cumplirás, porque eres capaz de hacer todo lo que te propones –nada más acabar de decir esas palabras, apartó el pelo de la frente del joven y posó sus labios sobre ésta –Es un conjuro de buena suerte, te protegerá allí fuera… –de pronto las puertas se abrieron de par en par y Koyama apareció irrumpiendo en la sala. Avanzó rápidamente hasta posicionarse entre los dos, fulminando con la mirada al menor mientras le susurraba algo al oído de Akanishi –Lo siento Yuu, tengo que solucionar un asunto pendiente, –revolvió sus cabellos anaranjados –te estaré esperando aquí pero debes partir hoy mismo. Dispondrás de un caballo y de ese escolta tuyo… –dijo lo último despectivamente, pero Takaki estaba tan ilusionado con la noticia que no notó el cambio de actitud que se había producido en su hermano.

–¿Estás seguro de eso, emperador? –le consultó su más fiel aliado cuando estuvieron solos, y tras una leve pausa se escuchó la risa despiadada de Jin.

–¿Por quién me tomas? Ya estoy harto de la irritante actitud de ese crío, esta es la mejor forma de deshacerme de él y de su patético amigo… ninguno de ellos durará más de unas horas en ese bosque –continuaba descojonándose de camino a su destino –Por fin ese idiota de Takaki Yuya desaparecerá “accidentalmente” para siempre –se fueron dando por hecho la muerte del príncipe, sin ser conscientes de que la conversación había sido escuchada.

–Juro… –bufaba mientras apretaba los puños, furioso tras haber presenciado esa enferma escena –que lo protegeré con mi vida… –pero antes de poder acabar su frase, observó como la persona más importante para él salía al pasillo. No podía dejar de observarle, sus cabellos meciéndose al andar, el intenso color naranja de sus ojos, esa radiante sonrisa que surcaba su rostro…

–¡Ryosuke! Tengo buenas noticias –el aludido miró por un segundo a su compañero, dándole un golpecito en el brazo para hacerle reaccionar. Koki solo necesitó observar la expresión del pequeño conejo para entender lo que tenía que hacer e instantes después todo su cuerpo se desvaneció, evitando ser descubierto por el torpe muchacho –Te encontré –expresó demasiado alegre –¿sabes qué? –Yamada esperó pacientemente una explicación por su parte –vivirás conmigo una fantástica aventura, iremos juntos al bosque donde se encuentran los dobutsu, ¿no es eso genial? Siempre he querido ir allí –con esa frase acababa de confirmar los planes de su horrible hermanastro.

–¿Y qué se supone que haremos en ese lugar? –miró de reojo hacia donde se suponía que estaba el invisible Tanaka, que se había quedado sin habla por el shock.

–Mi hermano quiere que traigamos con nosotros a alguien que responde al nombre de Kamenashi Kazuya –dijo con una amplia sonrisa, siendo completamente ajeno a lo despiadado que era en realidad el moreno, a lo que significaba llevar a cabo con éxito su misión y a la catástrofe que le esperaba en aquél sitio.
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–Estoy dentro del jardín –se comunicaba mentalmente con Nakamaru, camuflado gracias a los colores de su ropa –¿estás seguro de que Koki está usando su poder? –preguntaba bastante decaído.

“Si, además no está solo, junto a él se encuentra el conejo blanco… y… alguien que nunca antes había visto… no es Akanishi… pero comparten una pequeña similitud… ¿quizás sea su hermano pequeño?” –procesaba lo más rápido que podía el vidente.

–Que yo sepa… solo Yamashita conoce los rostros de todos los integrantes de la familia imperial… habrá que preguntarle directamente a ese gato escurridizo… –rápidamente consiguió acercarse más a su objetivo, pero su instinto de supervivencia le hizo detenerse de golpe. Pudo ocultar su presencia al agacharse y pegar el cuerpo contra la pared, justo en el momento en que dos personas pasaban cerca de la ventana contigua a él –ése es el emperador… no hay duda de ello… –Yuichi confirmó con sus poderes que tenía razón.

“Continúa recto, Shigeaki… Koki no está con ellos” –un simple ventanal no iba a impedirle cumplir su misión, así que una vez el camino estuvo despejado, colocó su mano sobre la superficie y, con ayuda de Nakamaru, consiguió atravesar el obstáculo sin problemas.

–Mierda… –se quejó mentalmente al ver que no estaba solo. Por suerte no fue Takaki quién estaba de cara a él, sino Yamada, el cual se sorprendió demasiado al encontrarle allí. Antes siquiera de que Ryosuke hiciese alguna señal para que se ocultase, Tanaka agarró su cuerpo, otorgándole de esa manera también el poder de la invisibilidad a los ojos de los demás. Rápidamente el joven conejo blanco se llevó de allí a su despistado amigo, para dejar que ambos pudiesen conversar tranquilamente.

–¿Qué haces aquí? ¿Otra vez estás siguiéndome? –expresó Koki con un tono descarado, la verdad es que ahora mismo tenía cosas más importantes en la cabeza como para entretenerse hablando.

–¿Perdona? Eso mismo debería preguntarte yo a ti… ¿es que acaso nos estás traicionando? ¿Eres quien informó a los hombres de Jin de la localización del chico? –esas acusaciones solo agotaban más la paciencia del portador del poder del viento.

–Jamás… escúchame bien… jamás en mi vida ayudaría a ese cabronazo a conseguir nada de lo que se propusiese… así que dejadme un poco de libertad… tengo algo que atender más urgente que todo esto ahora mismo… –miró fijamente hacia el lugar por donde se había ido su protegido –ah, y cuando vuelvas con Tomo, dile algo de mi parte, Jin ha empezado a moverse… sabe que tenemos al chico y quiere hacerse con él a toda costa… su trabajo ahora es que lo mantenga a salvo, así que ve y avísale –le soltó, volviéndose de nuevo invisible ante los ojos de Shige, antes de recibir una respuesta a sus palabras.

“Tienes que irte, no hay tiempo que perder. Él es demasiado importante” –hizo una pausa mientras la liebre regresaba a la vivienda del sombrerero –“Es hora de que yo también actúe, así que te estaré esperando allí. No tardes”
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Antes de que pudiese seguirme, me encerré dentro de la habitación, comprobando como encima de la cama me había dejado ropa limpia para que me cambiase. Rápidamente me puse la parte de arriba, mirando ruborizado unos bóxers negros que estaban ocultos debajo de las prendas.

–¿Eh...? –los observé con atención, dándome cuenta de que esa ropa interior debía de pertenecer a Tomohisa. Mientras me ardían las mejillas, me lo coloqué con cuidado, descubriendo que eran de mi talla. Incluso cubrían perfectamente mi miembro, a pesar de que aún estaba excitado. Terminé de vestirme soltando un suspiro y me tumbé de nuevo en esa mullida cama que me habían prestado. Al poco rato vi como Yamashita-kun se acercaba hasta mí. Sonreí mucho al ver cómo también se mostraba tímido con lo ocurrido.

–¿Tienes problemas para dormir…? –al principio su pregunta me tomó por sorpresa, pero después asentí, entre el dolor y el éxtasis, sabía que me iba a costar poder conciliar el sueño… y más teniendo en cuenta lo que ocurriría si cerraba los ojos… –Cuando era pequeño, mis padres me leían algo hasta que acababa profundamente dormido, ¿quieres que te preste mi más preciado tesoro de esa época? –escuchándole decir aquello el pensamiento de que era demasiado lindo cruzó mi mente. Su infancia… me preguntaba qué similitudes y diferencias tendría respecto a la mía… deseaba que me contase todo de ella, por lo que, cuando me acercó su pequeño cuento, gastado por el paso de los años, agarré su brazo para evitar que me lo diese.

–¿Te importaría leérmelo…? Es que seguro que sabes relatarlo mucho mejor que yo… –le miré sonriendo de manera encantadora, y no pude evitar ruborizarme aún más al darme cuenta de ello.

–Claro, recuéstate bien y procederé a contártelo –sus cuidados hacían que mi corazón latiese con fuerza, realmente era muy atento conmigo, y eso me encantaba. Le hice caso y empezó a relatar la historia.

 Erase una vez, un joven niño al que todos odiaban, era más bajito que los otros chavales, menudito y con el pelo totalmente negro. Se trataba de alguien puro de corazón, por lo tanto no es que hubiese hecho algo malo para recibir tanto desprecio. Solamente tenía un color de ojos distinto al de los demás, eran tan rojos que todo el mundo le temía. Lo peor era los niños del pueblo, que le castigaban sin motivo, le tiraban piedras e incluso le hacían caer al suelo.

El cuento me dejó anonadado desde la primera frase, ¿acaso ese joven no era la viva imagen de la persona que me estaba narrando el relato? Me sentía demasiado intrigado, pero el sueño empezaba a hacer mella en mí...

 Entonces un día el chico se cansó de ser herido por los demás, y decidió abandonar la villa, incluso si eso significaba alejarse de aquellos que le dieron la vida. Salió corriendo sin despedirse ni escuchar a nadie y se adentró en lo profundo del bosque. El cielo estaba tan oscuro, que no tuvo más remedio que refugiarse debajo de un enorme árbol. Cogió varias hojas alargadas y muchos hierbajos para construirse una cama 

Me había metido de lleno en la novela por lo que no me di cuenta de cuando mis ojos se empezaron a cerrar.

 El viento comenzó a soplar con fuerza y el pequeño empezó a temblar de frío, pero de repente apareció ante él un bello príncipe. Se le conocía por ser el más bondadoso, así que no tardó en apiadarse del pobre chico. Se bajó de su caballo y tendió la mano en su dirección, pero cuando abrió los ojos…

El sueño me invadió, causando con ello que desconociese lo que ocurrió entre el protagonista y el príncipe.
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El frío suelo de azulejos de la casa de Ueda me hizo estremecer por lo que me senté de golpe. Sin moverme durante un buen rato, estuve pensando en el cuento que me acababa de contar Yamashita-kun. Para mí, el joven odiado por los demás, era exactamente igual a él… incluso yo temí el color de sus ojos… ¿Qué haría el príncipe cuando los vio? ¿Le seguiría ayudando? ¿Le acabaría rechazando también? ¿Y si yo…?

–Sí fuese él, le llevaría a mi castillo y le protegería, para que nadie más pudiese hacerle daño… ese debería ser el final del relato… uno donde el pobre Yamashita-kun viviese feliz para siempre –expresé inconscientemente mientras se me escapaba un leve suspiro –¿Qué siento yo… por él? –susurré totalmente ido.

Me perdí en mis pensamientos hasta que vi el cielo estrellado a través de la ventana. Una vez más pude comprobar que mi teoría era cierta. Calculé el tiempo que me había obligado a mí mismo a mantenerme despierto en ese mundo, el cual coincidía perfectamente con el transcurrido en el lujoso reloj de pie, que se encontraba a unos pasos de mi posición. Me incorporé como pude, cada minuto que pasaba me encontraba más débil.

–Debo llevarme a Uepi conmigo… no puedo dejarle solo con Nishikido… –un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, no me gustaba nada esa sensación, tenía un horrible presentimiento. Cogí una katana afilada de varias que tenía en el armario de la entrada y avancé por esa enorme vivienda sigilosamente –Algo no anda bien… hay mucho silencio… demasiado… incluso si es tarde… todo está… tan sumamente… tranquilo…

El miedo se apoderaba de cada célula de mi cuerpo, un sudor frío surcaba mi frente, y el único sonido que era capaz de escuchar era el de mi propia respiración. Incluso era capaz de sentir como la sangre circulaba por mis venas, cada latido de mi corazón era demasiado atronador debido a la velocidad con la que latía. Entonces de repente, un grito desgarrador resonó por toda la mansión.

–¡Ueda! –esa era su voz, debía de estar sufriendo. Con las pocas fuerzas que quedaban en mi cuerpo, empecé a correr en dirección a sus chillidos de dolor. A medida que me iba acercando, era capaz de percibir como también lloraba. Odiaba esos enormes pasillos, porque por más que esprintaba, la distancia apenas disminuía. Me caí incluso un par de veces, pero seguí levantándome hasta que por fin llegué a la habitación de mi amigo. Agotado me apoyé en el marco de la puerta, mis piernas temblaban y apenas podía mantenerme en pie, todo a mi alrededor daba vueltas. Unos extraños jadeos llamaron mi atención.

–Ah… ah… –la respiración entrecortada de Ryo era cada vez más perceptible, y eso no era todo, ahora era incapaz de escuchar los gritos de Tatsuya, pero si oía cómo rechinaban los muelles de su colchón –ah… el sabor… de tu… sangre… me excita… ah… –con dificultad abrí lentamente la puerta, asomándome un poco para ver el interior de la habitación.

Sentí detenerse el tiempo, no podía creerlo, esa escena me provocó tal shock que me quedé en el sitio. Apenas podía vislumbrar nada claro, pero entendí todo a la perfección cuando le vi moverse encima de él, desnudo y cubierto con una sabana, la cual estaba teñida completamente de rojo por culpa de la exagerada cantidad de sangre derramada sobre la cama.

Me llevé corriendo una mano a la boca para no gritar y revelar mi posición, parecía que Ryo aún no se había percatado de mi intromisión. Se veía bastante ocupado lamiendo la sangre de la piel de Ueda. Por supuesto la tela solo cubría al agresor, el cuerpo desnudo e inerte de mi amigo se veía a la perfección. Le había desgarrado y asesinado brutalmente tras haber mantenido relaciones sexuales, sádicas por parte de uno de los dos.

Su cara, su torso, sus piernas y su trasero estaban cubiertos por ese líquido granate… su barriga estaba abierta, rajada y…

Ese repugnante... había forzado a Uepi hasta asesinarle… pero… por más que lo intenté, no pude contener el vomito. Lo que provocó esto fue ver como chupaba y jugaba con sus intestinos, como si se tratasen de un simple caramelo.

No pude aguantarlo más, colerizado y con la cara llena de lágrimas, me levanté. Corrí hacia ese depravado asesino, con la clara intención de matarlo usando el arma que sostenían mis temblorosas manos.

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